19 de enero de 2010

“La solución es la vuelta a la simplicidad”

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Alfonso Colodrón, autor de Tao Te Ching al alcance de todos. El libro del Equilibrio


¿Qué compensa más rescatar del Tao?

La vuelta a la simplicidad.
Antes podría ser una virtud, pero ahora es una necesidad. No se trata de retroceder a las cavernas; yo no creo que debamos despreciar nuestros recursos materiales, técnicos, científicos y humanos. Más bien consiste en rescatar una sabiduría de lo simple y de la naturaleza. El hombre es parte de la naturaleza, eso en el Tao Te Ching queda muy claro: no hay por un lado hombre y, por otro, naturaleza, es todo lo mismo. Observando la naturaleza se ve que hay otro tipo de lógica de vida, donde no se desperdicia nada y no hace falta intentar superar los límites de la misma naturaleza.
Deberíamos cambiar las metas de nuestra vida, porque está claro que no estamos consiguiendo
más felicidad.


Cuando uno lee los consejos de Lao Tse, le da la impresión de que la psique humana era igual hace 2.400 años que ahora, ¿no es esto un poco decepcionante?

Esa es una cara de la moneda, pero toda moneda es falsa si no tiene otra cara y un canto que las una. Eso es verdad, pero las palabras de Lao Tse demuestran que la sabiduría humana estaba también hace 2400 años, y eso me produce cierto optimismo. Es una sabiduría perenne que
ha acompañado a pueblos muy distintos a lo largo de la Historia, a todo tipo de culturas y filosofías, algo en que todos nos podemos reconocer. Si vamos más allá de los intereses y de las limitaciones que imponen las creencias, encontramos un sentido común que es sabio, y que nos da la visión complementaria a la decepción y a la desesperanza.



¿Qué falta para que ese sentido común alcance a un número de personas suficientemente grande como para provocar un auténtico cambio?

A mí me ha gustado creer en esto de la masa crítica, del salto cuántico, pero realmente no pienso que sea algo que se pueda medir y, en ese sentido, no puedo responder, porque mi respuesta
sería una profecía infundada. Pero hay algo claro: cuanto más abajo caigamos en la crisis, más evidente será para cada vez más gente que es imposible seguir por este camino. La misma enfermedad tiene su medicina en su germen; por ejemplo, mientras pasamos la gripe, estamos
segregando anticuerpos para combatirla.



Pero no parece que estemos siguiendo el Camino del Tao, porque, ¿tú crees que se están buscando soluciones de fondo?

Dices “se”. Si te refieres a los “políticos”, creo que están muy limitados por la propia estructura de los partidos políticos a los que pertenecen y de los sistemas electorales. Sin embargo, en
la terminología griega, los políticos son quienes están al servicio de la polis, aquéllos que piensan y actúan, pero no forzosamente dentro de un partido político. Por ejemplo Greenpeace, Amnistía
Internacional, Médicos sin Fronteras… hacen política, aunque no pidan el voto.
Pienso que este tipo de políticos sí tiene visión a largo plazo. Entre los otros, creo que la visión a largo plazo es más escasa y, si bien algunos la tendrán, se limitan a hacer lo que pueden, pero no consiguen que prevalezca. En cualquier caso, también debo decir que aquéllos que tienen
esa visión a largo plazo predican en el desierto, porque muy poca gente está dispuesta a aceptar la solución, que es volver a la simplicidad. Nos apegamos a la idea de producir, ser muy competitivos y consumir mucho. Y esto es imposible de mantener porque los recursos del planeta on limitados. Incluso los recursos renovables, como la energía solar, son limitados, porque si todos los habitantes de La Tierra usaran agua caliente y electricidad como los usamos los ciudadanos de los países ricos, nos toparíamos con las limitaciones de encontrar materiales
y energía para fabricar e instalar los paneles.



Luego, no crees en la tecnología como solución a nuestros problemas.

No, porque los avances tecnológicos dependen siempre de materias primas. Pensemos por ejemplo en el coltán, tan usado para la microelectrónica, que está provocando guerras en el centro de África. Siempre dependeremos de materiales como el coltán, la madera o, simplemente, suelo en cantidades ingentes para producir biocombustibles.



¿No te parece que los orientales se traicionan a sí mismos cuando abandonan su vieja sabiduría y abrazan el modo de hacer de Occidente?

Supongamos que los orientales son 3000 millones, y los que se están traicionando son ciertas clases urbanas. Yo he visto en Birmania (antes de la actual dictadura militar) pobreza, pero no miseria, y veía paciencia, sonrisa y, a veces, también lo viví en Bali, donde la gente se levantaba
pronto, hacía sus ritos, después iba al mercado… es decir, seguía haciendo su vida, a pesar de la presencia del turismo. Además, los cambios vienen impuestos, como cuando les obligan a
abandonar sus tierras, o les imponen una competencia imposible de mantener con los agricultores subvencionados de los países ricos.



Si la difusión de mensajes como el del Tao dispusiera de un gran apoyo de medios ¿la gente sería receptiva para integrarlo en la misma medida en que ahora acepta esa otra religión que es el consumo de masas?

Todo mensaje crea un antimensaje, todo discurso crea un antidiscurso, toda tesis una antítesis. Al mensaje del Tao serán receptivos quienes, de alguna manera, ya están dentro de él. No creo que los mensajes cambien a la gente, es al revés, la gente va cambiando y va emitiendo mensajes,
y yo, en un momento determinado, puedo no ser receptivo a un mensaje, y sí serlo años después, porque he cambiado. En mi caso, hace 30 años estaba en la política, y la primera vez que cayó en
mis manos el Tao Te Ching no entendía nada, me parecía una obra literaria bonita y esotérica, pero nada más. Treinta años después he llegado a conclusiones distintas, por haber vivido diversas y contradictorias experiencias de vida, he experimentados cambios radicales. Es entonces cuando he estado receptivo para entender y para intentar divulgar lo aprendido. Es como preguntarse qué es antes, ¿el huevo o la gallina?, pues yo creo que las dos cosas a la vez. El mensaje por sí solo no produce cambios, pero los cambios necesitan un mensaje.

Miguel Ángel Ortega

Fuente: El Correo del Medio Ambiente

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