31 de marzo de 2009

BUENOS RATOS EN LOS PICOS



Premio finalista del concurso de artículos Pyrenaika 1984


PIEDRAS
Piedras. Piedras arriba y abajo, delante y detrás, piedras por todas partes. En Picos de
Europa no hay más que piedras, de todas las formas y tamaños: como furgonetas, como
casas, como puños... Peña Vieja es una piedra que se cae a cachos; el Naranjo es una
piedra grande y macizota, la mochila pesa como una piedra y yo ya estoy agobiado de
tanta roquita. ¡Piedras, piedras, piedras! Se me ha metido una pequeñita entre el calcetín
y la bota, y las estoy pasando putas subiendo la pedrera.
Estamos trepando entre las piedras de Peña Vieja. Observo alucinado cómo un bloque del tamaño de mi cabeza baja directo hacia mí. Intento esquivarlo, pero el muy
cabrón me sigue. En el último momento, me pasa de largo y le da a Juan en toda la pantorrilla.
Más adelante, devuelvo el favor y paro con el cuello otra piedrita destinada a
Juan. En las travesías y aproximaciones acabamos más secos que una piedra. Parece
que no sabemos lo que es el agua. Al terminar y descalzarnos, un río de grava cae de
botas y calcetines. Por las noches, estamos muy cansados y nos dedicamos a quemar y
fumar piedritas.
¡Ah, las piedras...! Todavía tengo pesadillas por las noches. Pero lo que se me hace
más extraño es que sea posible pasar tan buenos ratos pateando esas piedras y trepando
por sus arrugadas y calientes paredes.



BUENOS RATOS
Hace dos horas que estamos trepando. 5o largo. Voy subiendo sin mucha convicción, un poco nervioso. Llega un momento en el que me paro, buscando por dónde seguir. A unos 1 5 metros por encima veo una chapita brillante perdida en un mar de roca.
—¿Qué tal? —me gritan desde abajo—.
—¡Un remache!— les contesto y les oigo descojonarse. Se me habrán notado los nervios en la voz...
Voy directo a por el remache, ya más tranquilo. Por lo menos sé que voy bien pero la tensión, el mosqueo, siempre está ahí. Antes de que me dé cuenta, tengo el remache frente a la nariz. Meto el seguro. Cinco metros después, reunión: tres remaches de puta madre. Tranquilidad. Paz. Seguridad.
—¡Eh, ya estoy! ¡Soltadme!—. No puedo evitar una sonrisa: el siguiente largo se lo van a currar los otros. Ahora a descansar. En seguida veo venir a Txingu. Cuando llega a la reunión, hablamos un poco y llamamos a los otros dos, mientras empezamos a asegurarles.
Hace calor. El sol arranca brillos a esta tapia en la que nos hemos metido. Es alucinante, sólida, sin grietas ni fisuras apenas. Una placa tumbada al principio y que se va haciendo más y más vertical. Una placa grande, grande, grande... que sólo tiene acanaladuras en las que no entran fisureros...
Juan e Ina llegan en seguida a la reunión. Les pasamos un poco de material y tiran p'arriba. Un poco después, sólo podemos ver sus cuerdas que se balancean en la pared. En una reunión se tiene tiempo para pensar. Mientras voy soltando cuerda, miro de reojo a Txingu, que está callado y parece concentrado. A mí se me va la mente, y empiezo a divagar un poco qué hago aquí...



El Espolón de los Franceses
El viaje de noche; cuatro amigos, cuatro mochilas y un coche. Al principio, nerviosos, no nos podíamos estar quietos, vimos pasar un paisaje tan guapo y tan poco conocido para mí como el de la costa guipuzcoana. Luego llega la oscuridad, el sueño, y a tragar kilómetros: Bilbo, Santander, S. Vicente de la Barquera, Potes... En una de éstas en que medio dormido me muevo un poco para cambiar de posición, paramos: Fuente Dé. Txingu y yo nos decidimos y salimos del coche con los sacos, para pasar una noche alucinante, el cielo está totalmente estrellado, sin luna, descubriendo levemente la gran mancha oscura de 800 metros que mañana salvaremos con el
teleférico. Como fondo musical, el ruido de unos sagutxos que cada vez parecen más próximos. Los otros dos se quedan en el coche. Ellos se lo pierden. Al día siguiente, cruzamos la Horcadina y
bajamos hacia Aliva. La mochila se me hace pesada. —¡Ya escarmentaré cuando vayamos al Naranjo!—. Por unanimidad, ese día decidimos hacer el vago, que ya está bien de eso de venir al monte a cansarse y demás.

Dejamos las mochilas por ahí y nos damos una vuelta por el refugio de Aliva. —(A propósito:
¿refugio? Que nadie se haga ilusiones. No es refugio, sino hotel, con camas y precios de hotel, por supuesto. Hay hasta un servicio de Land Rover que sube desde Espinama. Sin comentarios)—. Luego vamos a las minas y lo pasamos pipa buscando galenas y cosas de esas. Pero la gente no
se enrolla y no nos dejan meternos en las galerías. A la hora de comer, siempre hay movidas,
porque «ya - hemos - comido - tus alubias - y - yo - tengo - la - mochila - llena de - latas - y - qué - dices - tío - mira - la - mía...». Total, que todos queremos aligerar el peso. Dormimos al aire. Otra noche demasié, soltando chorradas, contando estrellas y constelaciones y pidiendo deseos.



Amanece, y esta vez nos levantamos tempranito que hoy hay que currar: vamos al «Espolón de los Franceses» de Peña Vieja, 800 m. MD. Empezamos a trepar a las 9 h., la cosa va bien, los largos se encadenan uno detrás de otro, y cuando quieres enterarte te encuentras con que tienes a la espalda un patio de 200 ó 300m. La escalada es fácil quitando un par de largos y está bien clavada. La posible dificultad de ir buscándote la vía tampoco existe. Se notan las zonas pisadas,
y un simpático ha ¡do dejando colillas en todas las reuniones y zonas confusas. Así sin darte mucha cuenta llegas a dos agujas debajo de un gran gendarme rojo desplomado. Aquí, tras un paso a caballo de la arista, se acaba la escalada, y seguimos ensemble. Llevamos ya 4 horas y hemos hecho 16 largos. Nos quedan unos 200m. de desnivel por una arista facililla y un poco
suelta que es verdaderamente criminal paralas pantorríllas. Lo peor es que tienes que ir
esquivando las piedras de todas formas y tamaños que te arroja el de delante. Ina y Txingu se lo pasan pipa viéndonos bailar entre los txuscos. ¡Criminal! A las 1 4,30 h. llegamos a la cima de Peña Vieja (2.61 3 m.). Hace mucho calor y no tenemos agua, así que nos damos prisa. Empezamos a bajar medio corriendo y de repente, nos quedamos como de piedra:
—Oye, ¿eso no es una moto?
—Vale, tío, no vaciles.
—¡Qué si, joder, fíjate!

Seis catalanes con motos de trial están subiendo por el collado de La Canalona. Hablamos un poco con ellos, nos dicen que quieren bajar hasta el Naranjo de Bulnes, y
que el año pasado lo intentaron por la Cabaña Verónica sin éxito. Desde luego moral no les falta. ¡Y es que van como motos...! —(Luego nos enteraríamos de que tras ascender a Peña Vieja tuvieron que darse la vuelta)—. Dos o tres horas después estamos de nuevo junto a las mochilas, contado el material ya dentro y preparados para marchar. Queremos dormir en la Vega de Urriello. Y es que no escarmentamos... Para más inri, en vez de tomar el camino normal de la
Vueltona, nos metemos por un berenjenal que le llaman la Canal del Vidrio, y si a eso le sumamos unas mochilas llenas a tope y unas cuestas matadoras, lo que pasa es que después de andar medio perdidos a dos mil y pico metros de altura y pensar ya en montarnos «el txiringito» para vivaquear, llegamos a un collado por el que bajamos al Jou de Los Boches, y a eso de las 10 de la noche, ya a oscuras, aparecemos hechos polvo en el refugio de la Vega de Urriello. sin poder apartar la vista de la tapia que tenemos delante y donde todavía da un poco el sol.
Cenamos y al saco: por hoy ya hemos pisado demasiada piedra. Entre la trepada de la mañana y la pateada de la tarde estamos baldados. Antes de dormirme, pienso un poco en la movida del día: en la vía, que resultó más sencilla de lo que prometía, en la travesía, en... ZZZ.



La amistad con el Diablo
—¡Hey! ¡Ya estamos! ¡Soltarnos y subir! Los gritos de los colegas me sacan de mis pensamientos. Mientras desmonto la reunión, repaso las últimas batallitas de este día: nos levantamos tarde y aún así bastante cansados. No sabíamos si ir a trepar. Además, es que el Naranjo impresiona un poco. Queríamos ir a la Cepeda pero un trepa del refugio, el «venezolano», nos anima a que
vayamos a la «Amistad con el Diablo», un poco más difícil, pero más bonita y mejor clavada. Y aquí estamos. Empiezo a trepar. Txingu va delante de mí. Creemos que éste es el último largo
txungo de la vía, y subimos rápidos. La roca es muy buena, la vía alucinante, la adherencia total. Me duelen las yemas de los dedos y las tengo totalmente despellejadas, pero la verdad es que es una vía para gozarla. Llegamos a la 6.a reunión. Es un nicho muy grande, donde por primera vez en la vía podemos tumbarnos: estamos muy contentos, bebemos un poco de agua y nos parece que ya se ha acabado la movida de hoy. Aquí termina nuestra vía, y hay que seguir por la
Cepeda. ¡ Pero ya! Todavía voy a tener que resoplar y arrastrarme por un paso de V+, 3 largos
por encima del nicho. Un poco después, pasamos por un agujero al Circo Sur, y ya ensemble
hasta la cima... ¡la cima! El Naranjo de Bulnes... otro sueño... Estamos cansados, pero lo hemos gozado a tope. Un poco tristes, porque el día de hoy marca también la vuelta a la rutina.
Los rápeles, el regreso por la Canal de la Celada... Por la noche casi no duermo. Me encuentro una y otra vez recordando los detalles de la escalada, las risas que hemos echado en la cena. Luego todo pasa muy rápido: la travesía de regreso al teleférico, aplastados por el sol, la sed, las mochilas y el dolor de tripas de tanto reírnos. Fuente Dé. Otra vez el coche. Parece que queremos retrasar el regreso y hacemos varias paradas. Nos atracamos a base de frutas, de pasteles, de imonada. Pero hay que volver, y así, la noche nos sorprende en una playa de Santander. Aquí dormimos de un tirón. Yo pensaba que sería más incómodo con la arena dentro del saco y así... pero se duerme muy bien. Al día siguiente, de nuevo al coche. Euskadi, Gipuzkoa, Errenteria. Cuando entramos en el pueblo se nos acaba la gasolina. ¡La H....! Los últimos metros hasta casa
tendremos que hacerlos andando, con la mochila al hombro. Pero no pasa nada, y seguimos riéndonos cuando nos separamos y quedamos para luego, en la soci, para echar nuevas risas y hacer nuevos planes.

Patxi Lasarte

30 de marzo de 2009

Entrevista con Miguel Ángel Adrados - Ediciones Adrados



P: La Editorial Adrados se dedica a la edición y publicación de mapas y libros sobre rutas y naturaleza. ¿Desde cuándo existe? ¿Por qué esta línea de especialidad?
R: Nuestra primera publicación fue la clásica guía de los tres macizos de Los Picos de Europa que salió a la calle en el verano de 1980. La escribí con Jerónimo López y no teníamos la idea de publicarla nosotros mismos, pero en aquella época ningún editor estaba dispuesto a arriesgar por algo así ya que el montañismo era un deporte de minorías y esta guía no parecía cubrir sus expectativas de negocio. Nos decidimos a tomar nosotros mismos ese riesgo y salió bien.
En cuanto a la línea editorial seguida, está claro, soy montañero, escalador desde los 15 años de edad. Este tema es el que conozco bien y sobre el que puedo comunicar mis experiencias. Además soy especialista en cartografía, dibujante y fotógrafo, lo que me ayuda a plasmar mejor estas experiencias por el medio editorial.

P: Estáis ubicados en San Claudio (Asturias). ¿Qué importancia tiene Asturias para Ediciones Adrados? ¿Cómo no habéis pensado trasladaros a Madrid o a Barcelona?
R: Ediciones Adrados es una modesta editorial. En realidad soy un autor-editor de obra propia y nunca he publicado los trabajos de otros autores, salvo la guía mencionada antes de la que soy coautor con Jerónimo López y otra guía de la Sierra de Gredos escrita también con Jerónimo y con Emilio García. Nuestro fondo editorial es mínimo y casi todo él dedicado a Los Picos de Europa y La Cordillera Cantábrica. Todo los mapas y guías en proyecto y en vías de realización son sobre estas montañas (se pueden ver en www.infopicos.com). Es evidente que Asturias es el mejor sitio para desarrollar este trabajo. Además es el sitio donde me gusta vivir. Madrid y Barcelona pueden ser las ciudades donde se desarrollaría una gran empresa, pero este no es mi caso. Quiero seguir siendo un pequeño artesano en el que la calidad de lo que hago sea más importante que la cantidad.

P: ¿Qué es lo que te apasiona de tu trabajo?
R: Desde muy joven soy un apasionado de la montaña. Practico todas las modalidades: excursionismo, montañismo, escalada, esquí de montaña, etc. Me gusta trasmitir mis experiencias para que otros puedan vivirlas, pero no en el sofá, sino en el terreno mismo. Por eso me dedico a hacer mapas y guías prácticas y trato de hacerlo lo mejor posible. Mi mayor satisfacción es la acogida que tienen por parte de los usuarios.

P: ¿Te quedan aún proyectos montañeros por hacer?
R: Indudablemente. Hay muchas montañas todavía en el planeta que me gustaría visitar y que están ahí esperando.

P: Acaban de desprenderse aproximadamente 260km2 de hielo en Antártida occidental en marzo 2008 que no preveían hasta dentro de 15 años. ¿Te preocupa el calentamiento global? ¿Qué solución puede haber?
R: Me preocupa y mucho, aunque sólo sea por lo que afecta al deterioro del terreno de juego en el que nos movemos los montañeros. No solamente es el hielo en los Polos, también es el retroceso de los glaciares en casi todas las montañas del planeta y en muchos casos la desaparición de muchos de ellos. Es un importante cambio del medio que afecta en gran medida al desarrollo de las actividades que se practican en ellas. Pero también me preocupa como simple ciudadano del mundo. Este cambio tan drástico del clima va seguramente a afectarnos a todos más temprano de lo que se preveía.

P: ¿Pertenecéis a la Asociación de Editores de Asturias? ¿Qué servicios os presta como Asociación?
R: No la conozco.

P: ¿Recibes información adecuada acerca del sector del libro?
R: Al ser Autor y editor de todos los trabajos que publico no tengo tiempo para nada más. Hoy es muy difícil estar al día de todo lo que sucede en el mundo editorial y en el mundo en general, salvo que te dediques a ello especialmente. Me declaro como un desinformado sin solución.

P: ¿Tenéis página web?
R: Actualmente estamos desarrollando una página web (www.infopicos.com) con contenidos generales respecto al mundo de la montaña. Pero también como algo complementario a las guías y los mapas publicados en papel.

P: ¿Ves internet como una herramienta para promocionar libros?
R: Internet es un medio de comunicación de un alcance impresionante. No imagino ya un futuro sin este medio. Es sin duda la democratización de la comunicación en general. Muchos autores pueden ver ahora gracias a internet publicados sus trabajos con un sólo click de ratón. Pero también es una amenaza en muchos sentidos. La falta de control de lo que se publica en la web es un auténtico peligro y cómo no, también hacia el mundo de la edición convencional. Si antes las fotocopiadoras eran ya un enemigo, ahora la piratería en internet lo es aún mucho más. Es cierto que internet es un medio de distribución de contenidos a tener en cuenta; ya hay muchos autores que distribuyen sus obras en la red. Es la democratización de la literatura. Sin embargo, tiene su contrapartida, ya que al no pasar por ningún tipo de crítica muchas de estas obras no son precisamente muy ortodoxas. Yo por mi parte voy a distribuir parte de mis trabajos a través de la página antes comentada.
En cuanto a sustituir el libro por la lectura directa en la pantalla, no lo creo, pero sí creo que la gente imprimirá y encuadernará libros descargados de internet.

P: Como editorial pequeña, ¿cómo compites contra las grandes editoriales?
R: No compito, cada uno a lo suyo. Como decía antes, trabajo en algo que me apasiona y ello hace que las publicaciones salgan a la calle con un buen nivel de calidad. Las grandes editoriales se mueven por motivaciones económicas, tienen que cumplir plazos muy aquilatados normalmente, lo que hace que, en muchos casos, los resultados no sean del todo satisfactorios. En mi caso, no me importa acabar una cosa antes o después, no hago el trabajo pensando en su rentabilidad sino en que quede bien. Si luego da beneficios, pues estupendo.

P: ¿Quiénes son tus clientes principalmente? ¿Son biólogos? ¿Montañeros? ¿Geólogos? ¿Y la edad?
R: No lo sé exactamente. No hago estudios de mercado ni nada de eso. Supongo que la mayoría son montañeros, pero los mapas son útiles para muchos otros profesionales de distintas especialidades relacionadas con el medio montañoso. Espeleólogos, geólogos, biólogos...son seguramente usuarios también de ellos.

P: Como editorial, ¿qué buscas en un libro para considerar su publicación?
R: Primero que me apetezca hacerlo. Segundo que esté haciendo falta por la total ausencia de publicaciones o por la falta de rigor y de calidad en las existentes y por último que sea viable su publicación.

P: ¿Me recomiendas un libro y una ruta?
R: Todo depende del tipo de actividad o modalidad que practiques en la montaña. Si es el excursionismo puedes hacer cualquiera de las rutas que describo en la guía: Picos de Europa, Ascensiones y Travesías de Dificultad Moderada. La Ruta del Cares es una gran clásica. La Ruta de la Senda del Arcediano es también muy interesante y allí encontrarás mucho menos gente, si buscas tranquilidad.

Yolanda Hartshorne - Directora

Fuente: www.candlebooknews.com

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Agunas de las publicaciones de Adrados:

Cordillera Cantabrica. Escaladas Selectas en Roca de los Picos de Europa - Jul 2005

Picos de Europa. Ascensiones y Travesias de Dificultad Moderada - Jul 2005

Picos de Europa y Costa Oriental de Asturias (Ingles/Español) - Jun 2003


Cordillera Cantabrica. Asturias y Provincias Limitrofes, Mapa Topografico Excursionista - Ene 2002


Picos de Europa. Macizos Central y Oriental (Los Urrieles y Andara). Mapa Topografico Excursionista - Ene 2002


Parque Regional de la Sierra de Gredos. Mapa Topografico Excursionista - Ene 1999

Cordillera Cantabrica. Parque Natural de Somiedo - Ene 1999


Sierra de Gredos (Sector Central). Mapa en Relieve 1:30.000 - Ene 1999


Picos de Europa. Macizo Occidental (El Cornión), Mapa Topografico Excursionista - Ene 1995

Cordillera Cantabrica. Macizo de las Ubiñas. Mapa Topografico Excursionista - Ene 1998


Picos de Europa. Ascensiones a las Cumbres Principales y 20 Travesias (Libro+ 2 Mapas) - Ene 1997


Cordillera Cantabrica. Ciclo-Travesias - Ene 1992


Picos de Europa. Mapa del Excursionista con 48 Itinerarios Pedestres - Ene 1989


Picos de Europa 1 (Guia del Macizo Central) - Ene 1988


Sierra de Gredos (Guia de los Galayos, Circo de Gredos y Otras Zonas) - Ene 1981

25 de marzo de 2009

RUTA DE LOS PUEBLOS (VALLE DE LIEBANA)



Así denomina Pedro Álvarez, en su libro "Por los caminos de Liébana y Picos de Europa. Edit: Desnivel" a esta ruta, una de las mejores que he recorrido por los valles de Picos de Europa, que recorre ocho pueblos del valle de Liébana con unas vistas inmejorables del macizo Oriental de Picos. Peñala Cerrá, Alto de los Cabezos, Pico Jano, Collado de Cámara son algunos de los puntos en los que se detendrá nuestra mirada por algunos segundos.


Siendo la ruta circular, se puede empezar por el pueblo que se quiera. Nosotros, empezamos por el pueblo de San Pelayo, aparcando nuestro vehículo a las afueras del Camping del mismo nombre. De allí pasaremos por los siguientes pueblos antes de volver al de partida:
Brez, Tanarrio, Redo , Mogrovejo, Sebrango, Los Llanos y Camaleño.



El inicio de la ruta empieza ya con fuerte desnivel por el camino que, denominado La Bargona, irá ganando altura a buen ritmo. Tendremos que seguir la pequeña pista que más tarde se convertirá en sendero, atravesando bosques de robles, hasta llegar a unos prados en que la pista es cruzada perpendicularmente por otra.



Deberemos girar a la izquierda ( la derecha nos llevará al pueblo de Lon) y atravesaremos uno de los mejores lugares de prados verdes y buenas vistas del valle, para en pocos minutos alcanzar las primeras casas de Brez.



De Brez a Tanarrio lo haremos por carretera siempre descendente ( y sin apenas tráfico), lo cual lo agradeceremos, al que llegaremos en apenas 10 minutos. Con Camaleño al fondo del valle y, arriba, la cumbre del Pico Jano.
De aquí bajaremos al pueblo de Redo pasando por el Prado de lo Picones y cruzando el río Belondio. Tras una pequeña subida, llegaremos a Redo, para continuar por carretera y llegar en unos 600 metros al pueblo de Mogrovejo, uno de los pueblos más bellos de Liébana.



A la salida de Mogrovejo, tomaremos una pista que nos sube en 10 minutos al pequeño pueblo de Sebrango ( apenas hay tres casas), para descender desde aquí por un camino rural a Los Llanos.

En este punto deberemos cruzar la carretera que une Potes con Fuente De (ya estamos de vuelta), y pasando por debajo de la Peña Subiedes, dejaremos el río Deba a nuestra izquierda y bajaremos por esta pista hasta el pueblo de Camañelo. Desde él, solo nos quedará volver a cruzar la carretera a la altura del Ayuntamiento de Camaleño y por una senda de 1 km, llegar a nuestro pueblo de partida, San Pelayo.


Es esta una excursión de unas 4-5 horas ideal para cualquier mañana que será bien recompensada con un buen cocido lebaniego en cualquiera de los pueblos del valle. Yo os aconsejo en Espinama el Hotel-Restaurante Nevandi. ( no podéis dejar de probar el estupendo flan de queso que ponen de postre. Y otra cosa, las raciones los fines de semana, son el doble de entre diario....se sepa!)

23 de marzo de 2009

Cesarino Fava, el pequeño gran hombre


¿Cuántas veces hemos oído su nombre en el relato del Cerro Torre de Cesare Maestri? Un día cualquiera lo encuentro frente a mí en las carpas del Film Festival de Trento. Un pequeño hombre de cabellos blancos, un rostro anguloso pero sereno, una boca que aún sonríe, un viejito que parece un jovenzuelo cuando comienza a hablar de la montaña. Lleva unos zapatos con calzas, lo que le hace moverse con pequeños pasos. Mi amigo quería conocerlo, pero no hallaba el valor para acercarse. Cesarino estaba allí, a pocos metros de nosotros. Tampoco yo lo había visto nunca en persona, tomo a mi amigo por el brazo, lo conduzco hasta Cesarino y se lo presento.



Un año después nos volvimos a encontrar en el festival, yo para presentar mi libro, Cesarino por la proyección de la película Patacorta , un documental sobre su vida, rodado por Elio Orlandi.

Compartimos tres días contando historias, intercambiando impresiones y relatos de alpinistas, palabras de hombres en busca de aventuras, celos, rencores y todo cuanto este mundo de la montaña lleva consigo en los senderos y en la vida. Este pequeño hombre me conmovió; sus historias contadas con la parsimonia de un hombre desengañado, pero aún apasionado, me arrancaron las lágrimas.



“ Patacorta ” ha marcado mis emociones; una lección que enseña a afrontar las vicisitudes de la vida con la mente abierta, obstinación y siempre con unas ganas enormes de vivir las grandes aventuras del los lugares de la montaña. “La montaña me ha destruido...y la montaña me ha salvado, a partes iguales” dice un fragmento de la película.

La historia de Cesarino Fava comienza el 12.6.1920 en Malé, de Val di Sole. Su familia es numerosa, él es el noveno de diez hermanos, su adolescencia transcurre entre aventuras y experiencias en la montaña: el esquí, la prueba de habilidad y valentía propia de la juventud. A los dieciocho años va a trabajar a la estación de Brennero, después se enrola como soldado raso e invierte cinco años de su vida en la guerra. Embarca como maquinista en una nave y desembarca en Buenos Aires, que se convertirá en su nueva patria. Vivirá una experiencia dramática sobre el Aconcagua que le costará la amputación de todos los dedos de ambos pies, tras la gran aventura en el Cerro Torre “La Montaña Imposible”, en 1958. Y aún realiza la escalada del Fitz Roy a los 58 años y con dos vivacs, vuelve al Torre y a la pared sur del Mercedario y publica su libro “Patagonia, terra di sogni infranti” ( “Patagonia, tierra de sueños enfrentados”) editado por la CDA.



El suyo ha sido un alpinismo con A mayúscula donde, a alcanzar la meta, se ha antepuesto siempre el respeto de la montaña, la ética y las reglas que ésta requiere. En más de una ocasión, se ha prodigado por salvar la vida a un compañero en dificultades, ha vuelto renunciando a la meta ya próxima. La montaña ha sido para él una experiencia de la vida que le ha hecho apreciar las más pequeñas manifestaciones de la naturaleza y el hombre. Los pequeños sucesos, el perfume de una flor, un animal cogido por sorpresa, el vuelo del águila, el aliento de la existencia, ha apreciado todo como un gran don divino, porque todo esto forma parte de la propia esencia.

Un año después nos reencontramos de vuelta a Trento, Cesarino tiene la misma sonrisa, el mismo entusiasmo. Apenas ha terminado el festival, nos sentamos en un banco, a la sombra de los árboles, para hablar de su vida.



¿Cómo fueron los dos años de trabajo en Brennero?

Muy duros, porque era la primera vez que me iba de casa, y era como ir al fin del mundo, y porque Brennero era el lugar más inhóspito de Europa. En el invierno del 38 al 39 la temperatura bajó hasta los 36º bajo cero y yo dormía en una habitación sin calefacción. Debía despertarme a las tres para ir a trabajar a la estación, para una empresa de transportes internacional.

¿Y los cinco años de soldado?

En el 1940 Italia declaró la guerra a Francia y me llamaron para prestar servicio en Val d'Aosta. Después, fui trasladado a Mentone, en Francia, formaba parte de un destacamento y debía anotar todo el material que se movía en los ferrocarriles franceses. Cuando íbamos de Francia a Italia llevábamos el perfume a los italianos, cuando volvíamos, los zapatos para las muchachas francesas. Después me trasladaron a Croacia y a otros sitios más, terminando la guerra como soldado raso, de lo que aún me siento orgulloso.



¿Qué te llevó a embarcar en una nave?

Cuando volví de la guerra comencé a trabajar en el campo, pero no alcanzaba a ver un futuro, y lo poco que ganaba no bastaba para vivir, por eso me embarqué como maquinista en una nave de transportes. Era una nave construida para hacer sólo viajes de ida, y a bordo había de todo: asesinos, ladrones, clandestinos, la peor especie de hombres, gente que no se pensaba dos veces cortarte el cuello.



¿Qué te impactó de Argentina?

No daba crédito a mis ojos. En el 1952 Argentina representaba el país de la abundancia y Buenos Aires era la ciudad de Oro. En los restaurantes te traían enormes cantidades de comida, con un día de trabajo podías vivir bien una quincena. Había carne en abundancia y un despilfarro de cosas. Además, para encontrar trabajo no había ningún problema.

¿Cómo maduró la idea de subir el Aconcagua?

En Buenos Aires, encontré unos italianos, también apasionados de la montaña. Decidimos formar una sección CAI en Argentina e ir a escalar el Aconcagua, que representaba la montaña más alta del mundo después del Himalaya.


¿Cómo fue la escalada?

Estábamos acostumbrados a las paredes rocosas, así que una montaña volcánica cubierta de piedras no nos asustaba. La subestimamos. Ya había muerto gente en el Puna , el viento helado del centro de los Andes daba muchos problemas; pero nos sentíamos seguros, éramos alpinistas. Comenzamos cuatro; pero ya en el Plaza de Mulas dos se encontraban mal, así que a los cuatro días nos volvimos, aunque en esos momentos había alcanzado los 6900 metros, muy cerca de la cima. Renuncié a la cima porque quería llegar con mis compañeros.

Cuando intentaste salvar al escalador americano Burdsall, en el Aconcagua, tuvieron que amputarte los dedos de los pies, ¿cómo sucedió?

Dos años más tarde, estaba escalando con Leonardo Rapicavoli. Alcanzamos la cima con Richard Burdsall, que había participado en la expedición K2 en 1938. Él iba con alguien de Mendoza que decía ser guía, pero que se fue una vez alcanzada la cima. Burdsall se encontraba mal y lo intenté bajar a una zanja donde teníamos dos sacos de dormir. Lo llevé sobre mis hombros, pero estaba agotado y mis piernas ya no me obedecían. Por eso hicimos vivac. Después de introducirnos en el agujero, pasamos una noche infernal a menos 25º. Sufriendo de oftalmía y agotamiento, pudimos oír una voz, pero no podíamos saber de dónde provenía. Hicimos un difícil descenso con los pies congelados. Dos meses más tarde tuvieron que amputarme todos los dedos de los pies.

¿Cómo fueron los dos años de inmovilidad posteriores a la amputación?

Afortunadamente, tenía guardado algo de dinero. Además, mis hermanos vinieron a Argentina. Vivía entre la desesperación y el suicidio: sentía que mi vida había terminado. Después conocí a un zapatero de Venecia que comprendió mi situación y me ofreció hacerme un par de zapatos. Cuando me los puse, sentí como si mis pies hubiesen vuelto y volví a sentirme un escalador.

En tu libro dices que, en la vida, siempre hay que luchar.

Sí, la vida es una continua lucha y todo depende de cómo se interprete esta lucha; pero sería un error imperdonable pensar en vivir sin luchar. La lucha hay que tomarla como una característica intrínseca de la vida.


Es hermoso el pasaje “¡...desvanecerse en un dulce nirvana indoloro!”, ¿qué te hizo pensar de este modo?

Seis amigos nos juntamos para escalar Cerro Cuerno, pero al final, estaba solo. Entendí que ellos temían por mis pies: estaban preocupados y querían que desistiese. Así que tomé mi mochila y partí solo. Fui porque no tenía miedo a la muerte, e incluso aunque hubiese caído, desaparecido para siempre, quizá hubiese sido indoloro, bello.

El Cerro Cuerno fue tu retorno a las montañas; pero arriesgaste tu vida entonces.

Sí, una vez que alcancé la cima, me sentí lleno de gloria, me invadió una alegría que me sobrepasaba. Estaba vivo de nuevo y estaba avergonzado de haber pensado en la muerte alguna vez: había mucha gente más desafortunada que yo, gente que vive en silla de ruedas.

¿Qué ha significado para ti la experiencia en el Torre?

¡La vida! Cuando volví de Cerro Cuerno quería hacer algo grande, maravilloso. Entonces fue cuando conocí a algunos franceses que volvían del Fitz Roy y decían que el Torre era imposible, entonces decidí intentarlo. Tenía en esos momentos la presunción de pensar que nada había de imposible.

¿Cómo fueron aquellos largos días en los que esperabas en la madriguera del zorro a Cesare y Egger?

Fue duro, entre la esperanza y la desesperación; pero estaba preparado para lo peor. Aquel que piensa tomar el camino del Maestro Egger debe estar preparado ante la posibilidad de morir.

¿Cómo era Toni Egger?

No reía mucho, pero tampoco era triste. Tenía un humor inglés, pero tendía más a la seriedad que a la alegría, ¡era un auténtico alemán! Había cierto feeling entre nosotros, ¿quizá porque ambos habíamos participado en la guerra y habíamos vivido el peligro? Como alpinista, era el mejor escalador en aquellos tiempos. Se anticipó a la escalada en hielo al menos diez años.


“La tragedia no es sólo parte del montañismo, sino de la vida diaria”

Cierto, tras la amputación recuerdo que fui a Buenos Aires con muletas. Era humillante, viví la peor de las soledades entre millones de personas. Quiero decir que todos morimos cuando nos llega la hora, ni un minuto antes ni después. La muerte es una tragedia porque es el final de un principio.

¿Por qué lamenta la ausencia de Armando Aste en el Cerro Torre, entonces un joven escalador?

Armando era fortísimo, tenaz, y si hubiera estado en la primera expedición, quizá no hubiésemos llegado a la cima, pero seguramente hubiésemos alcanzado el “Torrete”.

¿Hay algún escalador que por su ética y clase le haya inspirado sobre los demás?

Paul Preuss, siempre he sentido una gran admiración por él. Me quedé atónito cuando leí sobre su ruta por el Campanile Basso y cómo la había hecho. También Eric Shipton, por sus escritos. Sin embargo, nunca me ha entusiasmado Comici, aunque sea un gran escalador.

En tu libro, siempre describes a la roca como tu gran amiga, que supera cualquier tipo de defecto; y mi pregunto si puede ser ésta la esencia del espíritu del alpinista.

Sí, si encuentras esta sensación, es maravilloso. Han pasado muchos años y aún me emociono cuando recuerdo el Torre, sus paredes y la cresta. Para mí, el Torre es como el Himalaya para los nepaleses: el símbolo de la espiritualidad. Era como si me mostrase el camino hacia una cima siempre más alta; y me hubiese gustado que nunca nadie alcanzase la cima.

¿Puedes hablarme de aquella vez en Mercedario en que bebiste tu propia orina y después comiste la panceta?

Mi compañero estaba atrapado en un saliente, y no conseguía salir. Yo estaba arriba, cerca de la cima, pero volví cuando oí sus gritos pidiendo ayuda. Sus botas habían caído y no podía andar. Tuve que bajarlo por la pared, usando una cuerda de 40 metros, sin pitones, ni picota. Después de ocho vivacs, estaba al límite de mis posibilidades. No entendía nada y avanzaba por instinto. Estaba deshidratado y pensaba que era el final. Después de orinar en un frasco, añadí nieve y lo removí. Eso es lo que nos salvó.

¿Qué sentiste cuando caíste treinta metros en el Fitz Roy?

Tras varios días en la pared, estábamos agotados. La comida liofilizada no servía y nuestras piernas ya no andaban. Por casualidad, en un saliente que llevaba al campamento superior, encontré una bolsa con algunas latas de sardinas. Las metí en una bolsa de plástico y anduve dos pasos...en el vacío.

No recuerdo qué ocurrió después, me hallé rodeado del color azulado, con fondo blanco, y veía mi cuerpo al fondo de una grieta, exactamente tal y como iba vestido. Tenía una pierna rota y las heridas sangraban, y en eso momento dije: “Mira que bello es morir”. Estuve unos momentos fuera de mí mismo, viví casi la experiencia de la muerte.

“La muerte está siempre cerca de nosotros: en la niñez, la juventud y la vejez. Ahí está, pero invisible. En las montañas te roza, casi sientes su aliento”, ¿puedes explicármelo?

Sí, la muerte no es algo tangible, es el fin de un principio, es el silencio, y los peligros objetivos de la montaña hacen que la sientas en algunas situaciones más cerca, casi como si fuese parte de tu propio cuerpo. Su respiración es la brisa del viento en el inmenso cielo y la avalancha que se precipita a tu lado.

Tu libro exalta el papel de una madre que es capaz de criar diez hijos y trabajar en el campo, y de la moral y los valores éticos de tu juventud.

Mi madre fue un ejemplo para mí, una guía, una estrella que representa seguridad. Todavía siento remordimientos cuando recuerdo, al volver de la guerra, como ella, amorosamente, sacaba brillo a mis cinco pares de zapatos, incluso aunque yo no quisiera. No me parecía bien, pero para ella era una obligación. Para ella el afecto eran cosas concretas, no recuerdo que de niño me haya jamás abrazado, y cuando partí para el Brennero, simplemente dijo “Ciao ciao”.

¿De qué viviste en Argentina?

Hice un poco de todo: lavaplatos, tuve un quiosco de bebidas y luego trabajé en una venta de pollos. A la vuelta de una expedición, un sábado llegué a la casa de Armando Aste, debía preparar veinte mil pollos y no sabía cómo hacerlo. Mis ayudantes no querían saber nada de trabajar aquel día de fiesta, así que Armando, Mario Manica y los otros del grupo se ofrecieron a echarme una mano. Estuvimos toda la noche trabajando bajo la lluvia.

Argentina ha sido para ti como una segunda patria, ¿qué representa?

Los mejores años de mi vida. Nuestra casa era un punto de referencia para todos los montañeros que querían escalar los Andes, siempre estábamos conociendo gente y organizando aventuras. Allí conocí a mi mujer, hija de gente de Friuli. Ella siempre me ha ayudado y secundado. Nunca me he sentido como un inmigrante, sino como un italiano viviendo en Argentina, que estaba siempre en alguna expedición. En realidad he estado allí desde los 23.

Sé que lees mucho. ¿Qué es lo que más te gusta?

“El pensador “, de Blaise Pascal, el mayor pensador de todos los tiempos; este pequeño libro es el libro de los libros, una guía en la vida, un libro donde está todo.

¿Y el futuro?

Estoy escribiendo un nuevo libro, me gustaría escalar de nuevo e ir al Himalaya, nunca he estado allí. Tengo muchos sueños y me falta el tiempo para realizarlos.


Cuando me fui, se estaba haciendo de noche. Nos dijimos adiós como si nos fuésemos a ver al día siguiente. La luz del atardecer se colaba entre sus cabellos blancos y le hacía parecer un joven. Luego un soplo de viento lo despeinó, él se rió, marchó con sus divertidos andares y su mirada llena de simpatía.



Vittorino Mason, GISM (Gruppo Italiano Scrittori di Montagna)

Fuente: Revista "L'eco delle Dolomiti"

17 de marzo de 2009

Visita guiada a las vegas del Henares y Jarama


El próximo sábado día 21 de marzo estais invitados a disfrutar de una interesante visita guiada por las vegas de los ríos Jarama y Henares en el término municipal de San Fernando de Henares para conmemorar el Día Mundial Forestal y el Día Mundial del Agua. Descubriremos los usos que se llevaron a cabo a lo largo de la historia, los sorprendentes valores naturales y la importancia de conservar estos parajes incluidos en el Parque Regional del Sureste.

15 de marzo de 2009

GUÍAS ALPINOS: Una Historia de pasión y responsabilidad legada a la Montaña (Cesare Maestri)


En Chamonix, en el 1821, se constituyó oficialmente la primera sociedad alpina del mundo. Ya esta profesión había adquirido su significado actual, fue unos años antes, en el 1786, cuando fue conquistado el Mont Blanc.La conquista del “Techo de Europa” fue un reclamo a los Alpes y las Dolomitas para científicos, exploradores y muchos curiosos. La mayoría eran nobles y ricos provenientes de Alemania, de Inglaterra y de Italia, venían armados de entusiasmo y de valentía, pero no conocían los peligros de la montaña que querían explorar. Al llegar a las aldeas posadas a los pies de la montaña, buscaban la ayuda de la gente del lugar. Elegían a los cazadores más expertos y valientes que conociesen los senderos, cada rincón, cada cañón, cada uno de los aspectos de la montaña y su talento se convirtió en el único punto de referencia sobre el que depositar su confianza.Al principio, estos montañeros ágiles como gamos, fuertes como osos, y libres como las águilas, fueron contratados para cargar las mochilas y las provisiones.



Su labor, sin embargo, no se limitaba a cargar como mulas a través de inaccesibles valles, sobre paredes verticales y a través de insidiosos glaciares. Estos hombres no sólo tenían que soportar el peso de las botas y las provisiones. Dando prueba de orgullo, destreza, voluntad y profundo conocimiento de la montaña, afrontaban y resolvían a la cabeza de la cuerda los pasajes más duros, los tramos más escarpados; eso sí, a unos metros de la cima, se apartaban humildemente, descubriéndose al cabeza , inclinándose un poco, dejando paso al señor y cediéndole el honor de llegar el primero a la cima.Pronto, sin embargo, estos humildes portadores de mochilas se dieron cuenta del valor de su labor y se negaron a ceder el mérito, luchando por que fuese valorada la importancia de ser el primero de la cuerda, reconociéndose su oficio de guía alpino, que consiste en conducir con maestría y seguridad una cordada.
Desde el momento en que se reconoció la labor del guía alpino aparecieron indiscutibles protagonistas del alpinismo, y como tales, vincularon sus nombre a las más prestigiosas montañas conquistadas de la tierra.
Ciertamente, el origen de esta profesión se atribuye a una comprensible necesidad de dinero porque la seguridad de ser contratado por un acaudalado explorador significaba un grado de seguridad económica que permitía comprar una vaca o te salvaba del sufrimiento de tener que emigrar. Teniendo en cuenta que nunca ha habido guías ricos, está claro que tras todo esto ha habido un gran amor por la montaña y la aventura. En la vida de un guía alpino hay momentos de gran satisfacción y de alegría intensa que compensan grandemente todos los riesgos, peligros y la responsabilidad que caracterizan una profesión que es difícilmente comparable.
Vale la pena releer lo que escribe el célebre guía Cormayur Emile Rey a mediados del siglo XVIII: “... nada me impulsa a las cumbres, sino la gran pasión que siento por la montaña. Siempre he considerado el salario como algo secundario en mi vida de guía”.
En doscientos años, el guía alpino, famoso y conocido en todos los estados, ha demostrado con su conducta el código de honor que aún hoy impera en la profesión, transmitiéndose de generación en generación para recordar a quien se suma a la profesión, cuáles son las obligaciones y deberes a respetar.
Cesare Maestri

Fuente: Revista "L'eco delle Dolomiti"

10 de marzo de 2009

Cabaña Verónica


El 13 de agosto de 1961 se inauguró un refugio vivác en las laderas mismas del Tesorero. La iniciativa de la construcción fue de Conrado Santíes Doménech, quien vio la posibilidad de utilizar parte de los materiales de desecho de un antiguo portaviones americano de la II Guerra Mundial, "El Palau", que se encontraba en la ría del Nervión para su desguace.
Santíes Doménech adquirió una de las cúpulas de defensa antiaérea, literas, puertas metálicas, así como otros elementos, y preparó un anteproyecto para la Federación Española de Montañismo, basándose en el viejo proyecto que ésta tenía de montar un refugio vivác en la Collada Blanca. Una vez que la Federación estuvo conforme, se intentó contratar un helicóptero americano de la Base de Torrejón de Ardoz para que durante el verano subiese la cabina completamente montada, pero no puedo ser, ya que no podía maniobrar por encima de los 1.500 m. También se hizo un intento con un helicóptero francés, que había participado en el transporte del refugio de Besiberri, pero resultaba muy costoso.
En Semana Santa se procedió a un reconocimiento del terreno y se recomendó cambiar el emplazamiento de la Collada Blanca por otro más cerca de los Horcados Rojos. En julio, la cabina estaba totalmente preparada en Bilbao para su transporte en 155 bultos, con un peso total de 3.000 kg. Un camión GMC subió la totalidad de la carga hasta la Horcadina de Covarrones.
Desde allí y en 15 días, tres animales y tres hombres remontaron hasta el emplazamiento los 3.000 kg del refugio propiamente dicho, y 7.000 Kg de materiales diversos, como arena, cemento e incluso agua desde la fuente de la Vueltona para poder hacer la argamasa. Entre el 6 y el 13 de agosto se montó la cabaña, a la que se le puso el nombre de la hija de Conrado Santíes Doménech, Verónica.
Fuente: "Alta Ruta de los Picos de Europa", Luis Aurelio Gonzalez y Loli Palomares

3 de marzo de 2009

Esteban Vicente Jiménez (De la roca al mar)


El 24 de diciembre de 1976, un solitario escalador arriba a la cima del Naranjo de Bulnes después de haber completado en invierno y en dos jornadas consecutivas la vía Rabadá-Navarro de la cara oeste. Se trata de Esteban Vicente Jiménez, de veintitrés años, estudiante de INEF y excelente deportista. Este piragüista de Salamanca que hasta los dieciséis o diecisiete años había vivido en Soria donde cuidaba ovejas y cabras en el monte, había llegado a la Vega de Urriellu
acompañado de cinco compañeros de estudios, que eran prácticamente neófitos en la montaña y que llevaban un equipo poco adecuado para las condiciones invernales de unos Picos de Europa por entonces bastante cargados de nieve.

Comienza la escalada el día 24 a las nueve de la mañana, y rompe con los moldes clásicos de entonces, pues va en mangas de camisa, eso si de gruesa y recia franela, y en vez de casco lleva una gorra que un amigo gitano le había regalado. Realiza los largos de cuerda en tres ocasiones: dos de subida y uno de bajada. Fija la cuerda utilizando el anclaje de la reunión y sube autoasegurándose. Cuando llega a la siguiente reunión, vuelve a anclar la cuerda y desciende en rápel por otra hasta la anterior reunión para, a continuación, volver a subir el mismo largo, recuperando así el material que antes había dejado. Aunque en aquella época se usaban ya los jumars para subir por cuerda fija, Esteban desechó este material por resultarle engorroso al tener poca práctica con su uso.

Avanzando lentamente, con las postreras luces del día llega al Anfiteatro de los Tiros de la Torca a las seis y media de la tarde, y para instalar el vivac tiene que tallar una repisa en el vítreo hielo, pues toda la pendiente está cubierta de hielo y nieve. Ha estado todo el día sin probar bocado y sin beber nada, absolutamente concentrado y absorto en la tarea de progresar metro a metro con seguridad.

Al día siguiente continúa la escalda después de haber arrojado la mayor parte de su equipo (saco, comida, tienda en pared, hornillo, cantimplora, varios clavos y mosquetones, una cuerda..etc.) pues tiene claro que así subirá con mayor rapidez y por que además, no le va ha hacer ninguna falta. A las cuatro y media de la tarde alcanza la mas que nunca solitaria cima del Naranjo, después de unas diecisiete horas efectivas de escalada, y como el mismo confiesa, sin apenas cansarse.

El descenso peligroso por la nieve acumulada en el Anfiteatro de la cara Sur, se complica enormemente, pues solo dispone de una cuerda de cuarenta metros y de cuatro clavijas y tiene que hacer los rápeles de veinte metros para utilizarla en doble y así poder recuperarla después de cada maniobra. Pero ya no hay nada que pueda detenerle y por fin consigue llegar a la base de la cara Sur, donde se han desplazado sus expectantes amigos que están preocupados y ansiosos de noticias de atrevido compañero.

La polémica, como siempre que se produce algún hecho destacable en el Naranjo estaba servida. Ciertos medios de comunicación difundieron rápidamente la noticia maximizando esta ascensión y minimizando así la primera escalada invernal lograda unos años antes. En muy contados casos se trato la misma con la necesaria e imparcial mesura. Algunos mostraron su incredulidad y no admitieron el hecho de esta escalda en solitario por considerarlo completamente imposible; esgrimiendo además la poca experiencia alpina de Esteban Vicente y su grupo de apoyo en este tipo de actividades.

Esteban Vicente conocía ya la vía Rabada-Navarro de la oeste del Naranjo, pues la había escalado en el otoño de la temporada anterior, concretamente el 3 de octubre, con un compañero de cordada llamado Francisco Cárdenas, en dos jornadas. La cima la habían alcanzado a las cuatro y media de la tarde.

Al año siguiente, Esteban Vicente, para tratar de acallar las voces envidiosas, malintencionadas o profanas que contra él se alzaron o pusieron en duda su escalad, volvió de nuevo al Naranjo de Bulnes y otra vez en invierno repitió su escalada completamente en solitario.

En esta ocasión la escalada tendrá los mismos tintes de la primera con algunas pequeñas variaciones, como la de la fría noche que tuvo que soportar en el vivac del Anfiteatro de los Tiros de la Torca sin la cálida y amorosa compañía de sus saco de plumas, pues se le había caído la mochila que lo contenía y también el peligroso descenso por el siempre comprometido, en invierno, Anfiteatro de la cara Sur.

Esteban Vicente, a pesar de que su fuerte era otra especialidad deportiva, el piragüismo, protagonizó una brillante actividad alpinística en aquellos años y en los siguientes. Recorrió en solitario y en invierno también la Rabada-Navarro al Gallinero, la vía de las Brujas al Tozal del Mallo igualmente en solitario; en el mismo día hizo todas las vías que había entonces en el Torreón de los Galayos y con Luis Fraga consiguió la primera ascensión española al helado corredor del Diamante del monte Kenia en 1979.

Cuando iba a salir hacia el Aconcagua, su vida dio un giro de ciento ochenta grados y, abandonando todo lo que tenía entre manos, pasó a dedicarse con exclusividad al diseño y construcción de un velero de unos treinta metros, basado en una goleta del siglo XIX, en un astillero que le prestaron en la localidad de Lekeitio.

Fuente: “Naranjo De Bulnes. Un Siglo De Escaladas”
Autor: Isidoro Rodríguez Cubillas (Ediciones Desnivel)

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GOLETA CANTABRIA INFINITA



En 1979, Esteban Vicente Jiménez diseña la goleta y dirige todo el proceso de construcción. Tres años después, se continua su construcción en un viejo astillero de Lekeitio, siempre según las clásicas y artesanales técnicas de los carpinteros de ribera. El 15 de mayo de 1984 se bota la Goleta y es remolcada al puerto de Bilbao, donde es aparejada, al tiempo que se incorpora la diferente maquinaria, electricidad y electrónica. En 1986, la Goleta navega hacia las Islas Canarias, donde permanece hasta hace pocos meses. Durante estos años la embarcación ha sufrido diferentes cambios y reformas, sobre todo en su aparejo y arboladura, mejorando su presencia y efectividad. Desde su botadura, más de trescientas mil personas han navegado en ella.

Fuente: Cantabria Infinita