20 de abril de 2009

A SOLAS CON EL PICU


Ya se sabe que la primavera la sangre altera. Y aunque ya era verano, el cambio de estación no provocó ninguna variación en mi estado de ánimo. Llevaba unos días excitada, y en una de esas etapas en que te levantas, sales a la calle y te das cuenta de que tu ritmo y el del resto de lostranseúntes no es el mismo. Andas acelerada y por las noches tardas en dormirte. Todo ello por que hacía unos días que algo rondaba en mi mente: quería hacer otra ascensión en solitario.

El verano anterior había realizado mi primera vía en solitario con vivacs en pared (Zodiac, A3+. El Capitán, Yosemite - EEUU).

Ahora quería más. Había experimentado lo que es estar sola en una pared durante cinco días con sus noches. Pero nunca se tiene suficiente con lo que se hace y necesitaba un reto mayor. El qué, el dónde y el cómo, eran las tres incógnitas que tenía que resolver.

Es lo que cuesta decidir, porque todo aquello que uno no se atreve ni a plantearse, y un día decide afrontar, da mucho respeto... Empecé a pensar en el Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes), resolviendo así el dónde. El qué estaba ahí presente: Principado de Asturias (A4), aunque no quería ni citarlo. Mi intención era ver la pared y luego decidir. Y el cómo era lo que tenía más claro: sin equipar, de un tirón. Había estado en dos ocasiones en el Picu.




De pequeña
con mis padres, según me han contado, porque yo ni me acuerdo. Y hacía unos veranos con unos amigos, haciendo turismo por la zona. Aun así, en esta ocasión, cuando llegué y me situé bajo su cara oeste, me sentí muy pequeña.
Mi primer día fue de reconocimiento, o mejor dicho de
conocimiento. Pasé la mañana en el Collado de la Celada, observando la cara sur e intentando descubrir los rápeles del descenso, puesto que nunca había escalado el Picu. Por la tarde empecé con los preparativos que conlleva una ascensión de estas características: el material, el agua, la comida,...
Es curioso, porque crees que aún no has tomado una
decisión, y sin saber cómo, te encuentras haciendo esas cosas que te llevan a ello irremediablemente.




Así fue como el día 11 de julio, empecé la ascensión.
Y es en ese momento cuando todas las fantasías de los últimos días empezaron a tomar el color de lo real. Esa primera noche dormí en la R-2, tras una dura lucha con la hamaca, que se negaba a ser montada.

Amaneció soleado. Mar de nubes. Sin ningún incidente hasta pocos metros antes de entrar a la cueva de la cuarta reunión. Allí, un clavo quiso rebelarse y saltó de su emplazamiento, precipitándonos él, y yo por solidaridad, al vacío. El Soloist hizo sus funciones y todo quedó en un susto momentáneo. Pasé dos noches en la cueva, porque ahí monté mi campo base. Era cómodo y práctico. De mi segunda noche de cueva (tercera en la pared), guardo un recuerdo especial. Era fin de semana y había mucho movimiento por ahí abajo, en el refugio. Cuando oscureció y encendí mi frontal, un montón de lucecitas y un murmullo lejano me hicieron ver que se habían percatado de mi presencia.




Recibí destellos y gritos de ánimo.
Me estremecí...Y quise ser pájaro para salir volando... Al día siguiente recuperé el largo hasta la R-6 y abandoné definitivamente la cueva. Equipé otros dos largos empalmados, y descolgué (no sin esfuerzo) el petate con tres cuerdas que llevaba para ello. Me quedé con lo puesto, una mochila con el saco, agua, frontal y el material para el último largo de artificial de la vía; el noveno. A partir de ahí empalma con la vía Mediterráneo y finalmente con la, Rabada-Navarro, en escalada libre por diedros y fisuras clásicos.

Aún pasé una cuarta noche en la pared. Aunque contra
pronóstico mío, no fue en roca Rocasolano (repisa), sino colgada de una reunión . Ya que un paso de la vía se me atravesó y decidí dejarlo para el día siguiente. Cuando empiezas a ver monstruos por todas partes, mejor no plantarles cara y esperar a que se cansen y marchen. Así, el quinto día pude pasar y llegar a la cima. La alegría de la ascensión no viene al hacer cima, ni al tocar suelo, ni siquiera en el instante en que llegas al refugio. Viene al cabo de los días, lentamente.
Cuando puedes
tumbarte en una piedra cualquiera, al estilo lagarto, dar marcha atrás y recordar, con una sonrisa en la cara...


Silvia Vidal

Fuente: Revista Pyrenaica 1997

1 comentario:

Alfonso dijo...

Joder ¡qué barbaridad! Se me ha puesto el corazón a 150, ¡qué bien contado!

Enhorabuena por ese peasso de actividad.