9 de octubre de 2009

Txindoki - El Cervino Vasco

Primera escalada por su cresta occidental - 1951



Sobre el pueblecito guipuzcoano de Amézqueta, cual imperturbable centinela de la Sierra de Aralar, se alza brindándonos variadas siluetas, la majestuosa cumbre del Txindoki o Larrunarri, una de las más visitadas del País Vasco.

Perfilada desde el «Goierri», la esbelta pirámide caliza cautiva a todos. Destaca en ella a modo de columna vertebral, la arista occidental. Guarda esta figura cierta semejanza con el Cervino de los Alpes; ello sirvió para que se le calificase nada menos que de «Cervino Vasco».

Sus vías de acceso más concurridas parten de la base N., desde la ermita de Larraitz; ambas efectúan amplios semicírculos por sus faldas oriental y occidental para terminar por fundirse al S. del objetivo, en el collado de Egural, puente natural de unión con el resto del macizo.



Fotografía de Jose Ramon Txintxurreta


Asimismo, en este punto convergen también los senderos que provienen de su interior. Es decir, que la vía final de ataque hacia la cumbre en todos los casos, es desde el collado citado.

La cara meridional por vía directa es de empinado desnivel. Se halla poblado de jóvenes hayas y avellanos, sin ofrecer otra dificultad que la pendiente; no precisa el empleo de medios auxiliares, como cuerdas, clavijas, etc. Y lo mismo hemos de agregar de su sector oriental.

Quedaba por explorar el interesantísimo cresterío O. que separa las 2 vertientes opuestas, recortado en airosos tajos, particularmente al S. sobre la regata de Oria-iturri.

Los montañeros guipuzcoanos, salvo contadas excepciones, no han sentido atracción por la escalada pura; a nadie, que tengamos noticias nosotros, se le ocurrió una exploración de este recorrido tan aéreo, hasta que llegamos Anthón Sáenz Basagoitia y José María Peciña dos años atrás (7 de Noviembre de 1949), acompañados de nuestro gran amigo y maestro Jaime Reñé, de la C. A. D. E. del Centro Excursionista de Cataluña.




Tras de luchar en aquella ocasión durante cerca de 9 horas, ante el último obstáculo del recorrido, un fortísimo ventarrón súbitamente desencadenado nos impedía mantener el equilibrio sobre el cresterío. Ello nos obligó a retirarnos con un rappel de 25 metros a la ladera N. hasta alcanzar el arbolado, por el que luego proseguimos.

El buen amigo Reñé, veterano en estas lides, calificó a esta arista como de cuarto grado; ello espoleó más nuestro interés, por cuanto que en la región no abundan escaladas de tal categoría.

Un año más tarde hicimos un nuevo intento, acompañados esta vez del amigo de Club, José Arrate, en sustitución de Jaime, ausente de nuestras tierras. Pero otra vez, después de 7 horas y media de incesante trabajo, cuando habíamos avanzado cinco metros más que la vez precedente, estalló una tormenta con gran aparato eléctrico que nos obligó a seguir la misma vía de retirada.

Dejamos pasar un año más ante la imposibilidad de reunimos la cordada completa, con el temor—¿por qué no confesarlo?—de que nos fuese arrebatada esta primera en la que dos veces habíamos fracasado.

Por fin el 21 de Octubre del año en curso conseguimos lo que con tanta obstinación

perseguimos, los tres componentes de la cordada precedente, rebajando el tiempo

del recorrido a 5 horas y 25'.

Tras la incertidumbre de días anteriores, temiendo por la seguridad del tiempo, factor

básico para lanzarnos al ataque de nuestro objetivo, partimos desde Amézqueta a

Larraitz. A medida que ascendemos, van tornándose más nítidas las tonalidades de

este amanecer otoñal haciéndonos presagiar un día inseguro. En Larraitz ajustamos el

contenido de nuestras mochilas en una sola y proseguimos ante la sorprendida mirada de algunos madrugadores, a los que informamos de nuestros propósitos, siguiendo el camino habitual que conduce a Oria-Iturri.

En una curva del camino nos cruzamos con un pastor; al adivinar nuestros deseos,

predice categóricamente lluvia para las tres de la tarde. Acogemos con excepticismo la

declaración de este oráculo improvisado; sin embargo nos sirve de acicate para apremiar la marcha, que interrumpimos frecuentemente para lanzar una breve mirada a la cresta en donde mora, según la leyenda, Mari, la Dama de Txindoki.

Nos desviamos de la senda que conduce a la cumbre por Oria-iturri, comenzando a subir por la pendiente de hierba que permite ganar altura rápidamente, llevándonos hasta la base de un promontorio que destaca independiente al pie de la arista propiamente dicha, de la que le separa un pequeño collado que lo alcanzamos bordeándole a aquel por la izquierda. Viene después una empinada rampa rocosa que ascendemos hasta situarnos en la base de operaciones.

Nos encontramos donde se define el principio de la cresta. Allí nos encordamos e

iniciamos la escalada. (9 h. 32').

El primer paso tiene dificultades. Se trata de un diedro con ancha fisura en su ángulo.

Aleccionado por la experiencia anterior y al objeto de ganar el tiempo que entonces

perdimos, colocamos dos cuñas de madera en la fisura y complementadas con dos clavijas, nos dan suficientes puntos de apoyo para atravesarlas con relativa facilidad y rapidez.

Nos reunimos a unos 12 metros sobre el punto de partida (9 h. 46').

Continuamos 25 metros sobre cresta fácil, de roca y hierba alterna, de poca pendiente. Seguidamente la arista se presenta vertical y aguda. Probamos una chimenea a su derecha, resultando extremadamente difícil y aérea. Una clavija que se nos cae, trae a nuestra memoria la fórmula mecánica según la cual la altura de caída... ¿Pero será posible que estemos a semejante altura? Probamos por la izquierda sobre vegetación y piso inseguro. Pasa el primero (10 h. y 10') y asegurados desde arriba ascienden por la chimenea los otros dos, reuniéndonos de nuevo (10 h. 18').





Avanzamos por una arista afilada jaspeada de hierba, con precauciones pero sin dificultad, hasta llegar a una prominencia rocosa que a su flanco izquierdo ofrece una

pendiente herbosa de máxima inclinación. Trepa el primero colocando dos clavijas en las rocas que afloran, alcanzando la parte superior, pasando los restantes a continuación (10 h. 50'). Aquí abandonamos una clavija por resistirse a salir.

Ahora nos encontramos ante una nueva arista vertical, con una cornisa muy aérea que conduce a una chimenea de unos 4 metros. Atravesamos con un clavo de primera y con dos la segunda, volviendo a reunirnos arriba (11 h.).

Continúa la cresta con gran inclinación limitando una placa rocosa que se presenta tentadora. ¿Será escalable? Aparentemente es muy difícil, pero con la ayuda de 2 clavijas la pasamos fácil (11 h. 45'). Tan aérea e interesante es, que en el block de notas figura con el nombre de «placa bonita». ¡Quédese pues con ese nombre!

Ya estamos ante la pared que en dos ocasiones anteriores no pudimos vencer. Observamos que ha habido variación en la fisonomía de la cresta, aunque la pared-chimenea aparezca intacta. Luego nos lo confirman; esta primavera ha habido un gran desprendimiento de piedras; a juzgar por la variación del colorido parece que han sido muchas toneladas. Es curioso destacar que el desprendimiento había tenido lugar justamente a partir de la fisura en que meses atrás colocamos la clavija del rappel de retirada, y que ahora, a falta del bloque que le aprisionaba, salta al primer golpe de martillo.

Nos detenemos un cuarto de hora para reponer fuerzas. Estamos optimistas; las veces anteriores habíamos precisado triple cantidad de tiempo para alcanzar aquel lugar y por otra parte el tiempo se iba asegurando.

No temíamos tentar las iras de la legendaria Dama del Txindoki, de quien osábamos invadir los deminios.

En el momento de reanudar la actividad, el lejano rumor del tañido de las campanas de Amézqueta nos anuncia el Ángelus del mediodía.

Se inicia el ataque de nuevo, por la ladera N. [Hay una franja de hierba inclinada que conduce hasta un diedro. Antes de llegar a éste, el primero coloca una clavija y aprovecha otra abandonada en la precipitada retirada anterior. Se agrega el segundo a aquel. La pared tiene pocas presas y menos hendiduras para clavar. Con la ayuda de un paso de hombros, coloca una nueva clavija que alivia la situación. Lentamente y con la máxima prudencia, va colocando otras cinco más, algunas inseguras. Este recorrido es corto, 5 o 6 metros, pero difícil.





El peor paso consiste en abandonar el diedro para salir por su lado izquierdo, por una aguda arista, a un breve pasillo de hierba de 25 cms. de ancho que prosigue hacia arriba en rampa, pero por la carencia de sitío para asegurarse no ofrece garantías. Por ello se toma la vía rocosa, clavando 2 veces más en la pared y desde las cuales, asiéndose con precauciones a la vegetación que la corona, se salva la dificultad (13 h. 33').

Para atravesar los tres este trecho, pese a que la zona dificultosa no tiene más que unos 20 metros, hemos precisado más de 2 horas (14 h. 07'). Hemos abandonado una pitonisa.

En adelante la roca está descompuesta, más todavía que en lo recorrido hasta ahora. Vislumbramos que la cresta ya está vencida.

Efectivamente, atravesamos un pasillo herboso, con más señales de desprendimientos y salimos a la insegura cresta. Avivamos la marcha ante unas nubes amenazadoras y avanzamos con rapidez sobre grandes bloques calizos que describen un amplio arreo.

No ofrece ninguna dificultad la porción final y por fin coronamos la cota máxima (14 h. 45') a 1.348 metros en que se enclavan el buzón y la pequeña cruz de hierro. Nuestros agudos «irrintzis» hienden los aires en esta tarde de otoño. Es grande, enorme nuestra alegría. Jamás hasta hoy se nos presentó tan bello y radiante Txindoki de las innumerables veces que lo hemos hollado; debe ser que nunca llegamos a luchar tanto por él. Auguramos en nuestro cambio de impresiones, un gran porvenir escalatorio a esta cresta que acabamos de vencer por primera vez. Puede llegar a ser un magnífico campo de acción para los escaladores del País Vasco; en pocos sitios de nuestra tierra encontrarán más bella vía de escalada.

Su grado de dificultad está determinado por quien ha conseguido grandes éxitos en esta especialidad; nosotros nos limitamos a transcribir tal apreciación.

De regreso a Larraitz, acuciados por la, tantas veces temida tormenta, con muy buen humor, ¡cómo no!, contradecimos a los pastores que fueron testigos de nuestras andanzas, a quienes en euskera nos costó convencerles, (no creemos que lo conseguimos), de que se encontraba uno mejor en la cresta que en un buen bar de Tolosa, y que no buscábamos el peine de oro y las riquezas que atesora Mari, la Dama del Txindoki, cuyos dominios acababan de ser hollados por primera vez por la planta del hombre.

Material empleado: Una cuerdad e 50 metros, 15 clavijas, 10 mosquetones, 3 martilos y anillos de rapel, éstos últimos previendo una posible retirada.

IRURAK-BAT del Tolosa Club.


Fuente Revista Pyrenaica . 1951


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante el artículo. No sabía nada de este sitio. Creo que en alguna ocasión nos subiremos por allí.

Vi alguna reseña por internet y parece interesante tambien la cresta. Pero lo que mas me llama la atención es el propio monte que tiene una forma muy guapa.

Adri