1 de septiembre de 2010

Y llegó septiembre



Y llegó septiembre. Septiembre el “Lunes” de los meses.

Septiembre, mes del inicio de los fascículos y colecciones. Quien no se ha comprado algún septiembre ese primer número de esa colección de armas, soldaditos, minerales, aviones de guerra ya sea de la I o II Mundial, de Cocina y demás chorradas que sacan ahora. Por supuesto solo el primer número que es el barato y el que viene con el cartón bien grande y a todo color, y el que más se ve en el quiosco. Un día fui a por un segundo número de una colección y fui incapaz de encontrarlo. Claro, lo tenía guardado dentro el quiosquero y sin cartón a todo color ni nada…..

Nunca he conocido a nadie que lograra terminar una colección de esas que salen en septiembre. Aunque recuerdo que mi hermana me comentó que tenía una amiga que su hermana se dedicaba a realizar al completo todas las colecciones de los quioscos… cosas de hermanas de amigas de hermanas…. en fin.


Septiembre, mes de vuelta al curro, de fin de jornadas intensivas, de promesas y altas en gimnasios para pagar matrículas que duran 30 días. Parece mentira, pero es así de triste, todavía no acabamos de conocernos….

Siempre me he preguntado como coño les sale rentable a los gimnasios el tener un local todo el día abierto con luz, agua caliente, aire acondicionado y con unas máquinas que cuestan un pastón…. y ahora lo sé, por los mal de diez mil infelices que pagan sus matrículas y sus mensualidades en septiembre.

Septiembre, mal mes para los estudiantes, ya sean buenos o malos, pues al final, por muy bueno que uno sea en los primeros 17 años de su vida, siempre le queda algo para septiembre si decide seguir estudiando hasta bien entrados los veinte. Que digo yo, para que cojones habremos estudiado hasta que se quitó la puta mili, si total luego todo son desventajas.

Uno se pasa tres, cuatro, cinco … incluso diez años en la universidad con el fin de ser un hombre de provecho, y conseguir un futuro garantizado, mientras otros muchos deciden ponerse a currar a temprana edad, bien por gusto, bien porque no les gusta estudiar y son conscientes de ello (que no es fácil ser consciente de ello. Cuantos hemos estudiado cuando ni nos gustaba ni se nos daba bien…) o bien porque hay que llevar el pan a casa.

El caso que mientras uno se pasa las noches en vela intentando entender eso de las integrales y los límites cuando “x” tiende a infinito, otros se van llenando el bolsillo a base de meter horas en sus curreles. Y cuando se encuentran por la calle esos dos amigos del colegio uno el señorito estudioso y otro el currela, uno tiene en sus manos un bonobus (esos bonobuses de diez viajes que todos intentábamos “arreglar” para que pudiéramos viajar un par de veces gratis y al final lo conseguíamos) y el otro tiene las llaves de un coche y el último disco de Metallica, en cinta y original, recién comprado en DiscoPlay (esos de los CD’s no existía). Cosas de la vida y de la gente.

El caso que uno sigue estudiando años tras año, sigue aprobando una y suspendiendo tres pero poco a poco va terminando sus estudios y parece que está listo para entrar en el gran mundo laboral. Y… entrar entra, no por la puerta grande, pero entra. Es entonces cuando parece que a uno sus padres empiezan a respetarle, cuando ya tiene que madrugar para ir a “la oficina” ese sitio al que solo iba papa y que sonaba a rollo de persona mayor. Pues si, parece que eso de tener una nómina todos los meses, por pequeña que sea, es suficiente para ser respetado en casa.

Pero pasan los años y uno se va dando cuenta de que por mucho que haya estudiado, por muchas integrales, derivadas y límites que haya hecho nunca llega a ser como su compañero de quinto de EGB, ese que dejó los estudios en séptimo y se fue al taller de su padre. Y siempre con consolamos con:.-¡Bueno, tiempo al tiempo!-., Pero el tiempo pasa y solo descubres que eres un tío sin derechos, que los convenios no están escritos para que sean respetados en tu persona y que si quieres llegar más lejos tendrás que seguir hincando los codos ya que si no, nunca serás nadie en esa oficina.

Así que decides cambiar de curro, por varios motivos, pero vamos, el principal porque, con lo que te pagan, no te da ni para irte un fin de semana a la Semana Grande de Bilbao, la Aste Nagusia que la llaman.

Cambias de curro y claro, hay que demostrar lo que habías demostrado en cinco años en tu anterior empresa, vamos, que vuelves al nivel cero, con mas sueldo (pues es lo que busca

bas con el cambio de curro), pero al nivel cero.

Y un día dando una vuelta por el barrio de tus padres, porque ni que decir tiene que vives con tus padres, te vuelves a encontrar a tu compañero de quinto de EBG, el mismo que dejó los estudios en séptimo, con un coche mas grande, un crio en los brazos y mirando pisos para comprar en el bloque de enfrente de tus padres, mientras le saludas con la mano intentando tapar el metrobus que te acabas de comprar. Y te preguntas: .-¿Pero para que cojones he estudiado yo??.- , y te respondes: .-¡bu

eno, tiempo al tiempo!-.

Pasa el tiempo, llegas a la treintena de edad, después de haber cambiado cuatro o cinco veces de empresa , alguna vez mas de pantalones y haberte aprendido de memoria todas y cada una de las estaciones de las diferentes líneas de metro de tu ciudad…(que si vives en Madrid… son muchas estaciones…)

Después de tantos años currando, desconoces el significado de “días de asuntos propios”, del “día de mudanza” de “días moscosos”, y eso de tus derechos y convenios que no se te ocurra mencionarlo en tus horas de trabajo.


Después de horas y horas, de días y noches pegado a los libros, de madrugones para pillar sitio en la biblioteca, de miradas el infinito tras recibir la noticia de tus cinco palos en septiembre y de que no puedes pillarte estadística de tercero porque te cierra la de segundo. Después de mil viajes en autobús (con ese bonobus trucado, que encima no pagabas tu) con más de cuatro transbordos para llegar a clase, después de tantas matrículas pagadas. Después de tanto tiempo para entender qué coño es eso de los créditos y de comprender que las asignaturas optativas siempre son obligatorias.

Después de no quedarte en la cama con fiebre por lo que puedan pensar en el curro, de no soltar el bolígrafo a tu hora por lo que puedan pensar en el curro, de sonreír a tanto tonto-la-polla por lo que pueda pasar en el curro. Después de entender que luchar y hablar por tus derechos en el curro solo te vale para que piensen que eres un puto vago, que eres el raro de la empresa y que hay que tener mucho cuidado contigo…(joder, pero ¿no son “mis derechos”?).

Después de intentar convencer por activa y por pasiva a tus compañeros que eso de echar horas va en detrimento de los que no queremos echar horas, pues luego se ve como normal el echar horas y como anormal y de sindicalistas el no echarlas. Después de darte cuenta que si quieres que te paguen las horas extras no tenías que haber estudiado. Después de tanta mierda, uno descubre que eso de estudiar valdría hace años, en los años 60, cuando estudiaban cuatro gatos y eran respetados. Pero ahora en la última parte de s XX y XXI con esa moda de que todo el mundo tenía que estudiar, solo sirvió para que haya cinco mil abogados programando en C, dos mil químicos programando en Visual C, y mil psicólogos programando en Java…bueno ahora ni eso….

Así que … así estamos, y esto no tiene pinta de cambiar. Solo nos queda aguantar.

¡¡Viva Septiembre!!

2 comentarios:

javi_varek dijo...

jejejej acabo de leerlo!!! qué divertido!!!

También me veo reflejado, acabo de llegar de uno de mis maravillosos exámenes de Septiembre...(fijo que apruebo)¿Qué sería un verano sin estudiar? es la costumbre...de todas formas voy dandome cuenta que los mejores años son los del instituto, cuando haces el garrulo, la lías en clase, y te "intentas" ligar a las torditas del tuto...Esa es la forma de ir a clase cada año...Luego en Septiembre apretaremos las carnes jejeje.

Saludosss Patxi!!! muy divertido el post!!

Eduardo dijo...

Aupa Patxi!!!

...y aupa Septiembre -puede que el mejor mes para escalar- (a ver cuándo hacemos cordada).

Un abrazo,

Eduardo.