4 de marzo de 2010

Comarca de Sobrarbe

Ainsa

La comarca de Sobrarbe se encuentra situada en la parte más septentrional de Aragón. Limita por el oeste con la comarca de Alto Gállego, por el este con Ribagorza y por el sur con Somontano de Barbastro. Por el norte limita con Francia, siendo la comarca aragonesa con mayor longitud de línea fronteriza internacional. El territorio comarcal es extraordinariamente abrupto y se encuentra poco poblado. La calidad de los paisajes de Sobrarbe suscita un reconocimiento unánime. Boltaña y Aínsa comparten la capitalidad de la comarca.

Aunque todo el espacio comarcal –más de 2.000 kilómetros cuadrados– es montañoso, el relieve, atendiendo a su vigor, puede agruparse en tres bandas: la situada al norte cuenta con numerosas cimas que superan los tres mil metros de altitud, en el centro se abre una cubeta con alturas que oscilan entre quinientos y seiscientos metros, al sur los montes se alzan por encima de los mil metros pero sin alcanzar los dos mil. La separación con los territorios vecinos resulta orográficamente muy nítida y viene marcada, casi siempre, por líneas de cumbres que dibujan con claridad las rayas fronterizas.

El sustrato geológico es calcáreo en la mayor parte del territorio. Sólo en el extremo nororiental de la comarca aparecen las rocas ígneas y metamórficas, en el resto todo lo que aflora es sedimentario: calizas en las cumbres más vistosas (Monte Perdido,
Peña Montañesa), areniscas y margas en la depresión del corazón de Sobrarbe, calizas –de nuevo– y conglomerados en el sur.


Las precipitaciones, abundantes en toda la comarca, disminuyen de norte a sur: superan los 1500 mm en los valles altos y rondan los 800 mm en la parte meridional. Sin embargo la naturaleza calcárea –permeable por tanto– del terreno hace que en ocasiones
la disponibilidad de recursos hídricos parezca escasa.

Todo el territorio se integra –hidrográficamente– en la cuenca del río Cinca. Este río y su afluente el Ara son las dos grandes arterias fluviales de la comarca.

La vegetación es muy variada. Los bosques ocupan grandes extensiones, gozan de buena salud y se encuentran en expansión. En el sur predominan las encinas y los quejigos, abundan los enebros y hay importantes manchas de pinar. En el norte los pinares de pino silvestre son muy extensos, se ven hayedos y abetales bien desarrollados y –en las zonas más altas– aparecen buenos bosques de pino negro.

Cuenta Sobrarbe con varios glaciares que contribuyen a destacar aún más el interés que el medio natural despierta en esta comarca. La importancia de este patrimonio y la necesidad de salvaguardarlo se ha manifestado en la protección de buena parte del territorio. Se encuentran aquí el único Parque Nacional de la comunidad autónoma –Ordesa y Monte Perdido– y algunos de los espacios protegidos más emblemáticos de la región.


En esta tierra, caracterizada por la excelencia de sus paisajes, la población es escasa: apenas siete mil personas residen de manera permanente en Sobrarbe. Su territorio representa aproximadamente el cinco por ciento de la región, pero sus habitantes son sólo el cero coma cinco por ciento de los aragoneses. Ningún municipio alcanza los dos mil habitantes, tan sólo uno –Aínsa– supera los mil habitantes y la mayoría tienen menos de quinientos repartidos, casi siempre, en muchos núcleos de población diminutos.

Durante siglos Sobrarbe mantuvo una situación muy estable tanto en su organización social, como en su actividad económica y en los censos demográficos. Se trataba de una sociedad de pequeños propietarios que, con la casa como célula básica del sistema, vivían dedicados a la agricultura y a la ganadería dentro de una economía casi autárquica. Con el siglo XX llegó la ruptura total del viejo sistema y la entrada en el mundo de la economía industrial avanzada que reservaba para las zonas montañosas papeles marginales: estaban destinadas a ser fuentes de energía hidráulica, reservas de agua y productoras de mano de obra para las grandes áreas industriales. Este destino cristalizó en Sobrarbe en torno a la década de 1960 con la construcción de los grandes embalses y la emigración masiva. Entonces se despoblaron docenas de aldeas y la comarca pasó de tener veinte mil habitantes a contar con menos de siete mil.

La última de las grandes funciones que la economía moderna señala para las áreas de montaña es la de servir como reserva de paisaje con destino al ocio de la población urbana. Sobrarbe ha entrado de lleno en este objetivo y dirige en la actualidad la mayor parte de su actividad empresarial a satisfacer esa demanda. Reúne condiciones excelentes, gracias a la calidad de sus paisajes y a su situación geográfica, para atraer turistas. Pero su debilidad demográfica y empresarial siembra dudas acerca de la capacidad endógena para el desarrollo pleno de las enormes potencialidades de la comarca. El momento se presenta cargado de esperanzas y de incertidumbres.

Severino Pallaruelo Campo


Fuente: www.comarcas.es

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