Al Atarceder, cuando el silencio parece adueñarse en los verdes valles, un sinfín de agujas y obeliscos irán tiñéndose de púrpura, reflejando sus almenadas crestas sobre las aguas de los lagos cercanos. Absorto, entregado a la naturaleza, comprenderás entonces que has sido atrapado por el hechizo de los Dolomitas, cuyo encanto, amparándose en la belleza de un paisaje impregando de diferentes luces y colores, se tornará por momentos mágico.
La historia de sus conquistadores.
Dicen que antaño estos inaccesibles picachos envueltos de originales leyendas e historias fantasticas infundian gran temor en los lugareños, pues eran habitat de seres mitológicos cuyas ocasionales iras se reflejaban en grandes aludes de nieve o enormes bloques de roca. Estos cubrían gran parte del valle y entonces el temor se convertía en panico. Únicamente algunos pastores o cazadores audaces osaban realizar pequeñas incursiones por estos parajes, si bien sus intenciones, lejos de cualquier logro alpino, se centraban en la busqueda de las apreciadas gamuzas.
En realidad la era del Alpinismo llegó a esle rincón mucho mas tarde que a otras montañas, casi un siglo después de que Balmal y Paccard ascendieran en Chamonix a la cima del Mont Blanc.
Sólo a partir de la segunda mitad del S.XIX estas inexpugnables fortalezas comenzaron a ser
asaltadas sistemáticamente por ávidos exploradores y científicos aventureros. Acompañados por cazadores que conocian bien los flancos de las montañas. y utilizando un rudimentario material, consiguieron aplicar las incipientes técnicas de escalada para lograr los primeros éxitos.
La fecha del 19 de septiembre de 1857 significará un cambio en el rumbo de estas montañas, cuando Sir John Ball, presidente del British Alpine Club, puso sus pies sobre una de las grandes cimas dolomíticas: el Pelmo (3.168).
Este triunfo se vio refrendado tres años mas tarde durante el transcurso de una expedición a la Marmolada pues, aunque no dominaron su punto culminante, lograron acceder a la Punta di Rocca (3.309), segunda altura del macizo.
Si el inglés Ball fue el pionero pronto apareció en escena "El rey de los Dolomitas", apodo con el que se conoció al vienés Paul Grohmann. Joven y emprendedor, logró durante la década de los sesenta las mas excepcionales escaladasn coleccionando para sí una impresionante lista de "primeras" a estos colosos.
Acompañado de guías como Francesco Lacedelli "El viejo Checco", Angelo y Fulgencio Dimai, PeterSalcher y Franz Innerkofler fue hollando sucesivamente las Tres Tofanas, Antelao, Sorapiss, Marmolada, Cristallo, Tre Scarperi, Sassolungo y la Cima Grande di Lavaredo, último de sus grandes éxitos.
Tras eclipsarse su figura, llegaría a los Dolomitas la época de la técnica y de los grados de dificultad, a la vez que los románticos se vieron irresistiblemente atraídos por sus rincones.
El pintor inglés E.T. Compton y el fotógrafo austríaco T. Wundt entre otros, dejaron la impronta de su arte, que sirvió para dar a conocer al mundo la belleza de estos parajes.
Los Montes Pallidi o Dolomitas.
El origen geológico de estas montañas, al igual que de otras muchas, nos remonta
200 millones de años atrás, cuando en el Mesozoico (Era Secundaria) y mas concretamente
en el Triásico, se da un proceso lento de sedimentación que durara aproximadamente 30 millones de años.
Bajo el mar de Tétide (Tetis) se ira n acumulando todo tipo de restos minerales y animales que darán lugar en su fondo a grandes bancos de coral y de caliza. Más tarde, las fuerzas que originaron el plegamiento Alpino, lograron que estas curiosas montañas emergieran a la superficie, provocando una nueva organización del relieve. Con todo, lejos de crearse una orografia definitiva, terremotos, calor, nieves, aguas y demás fenómenos de erosión han ido moldeando el paisaje sin desmayo hasta determinar su configuración actual.
Si espectacular y atrayente se antoja a nuestra vista el resultado exterior de tanta transformación, no podemos dejar de lado tampoco la propia composición de sus materiales, ya que a ella se debe el nombre de estas montañas.
La curiosa historia nos remonta a finales del S.XVIII, época en la que estas cumbres se conocían todavía con el nombre genérico de Montes Pallidi.
El paisajista Albanis Beaumont y el mineralogista Déodat Tancredede Dolomieu habían
constatado por diferentes caminos que la composición de estas rocas era algo singular, pues al frotarlas entre sí despedían una luz fosforescente. Dolomieu decidió enviar un fragmento de "esta misteriosa caliza que contenía magnesio" al profesor de Geología Nicolás Théodore de Saussure para analizarlo, rogándole que al ser clasificado se le denominara Saussurita, en honor de su propio padre el naturalista Horace Bénédict de Saussure. Nicolás renunció generosamente a este nombre dandole en honor a su propio descubridor el de "Dolomita".
Juan Mª Ansa
Fuente: Revista Pyrenaica 1.996
1 comentario:
que bonito Dolomitas, si podemos el año que viene nos vamos unos dias..
chispita
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