27 de enero de 2010

Jim Bridwell - El Capitán de Yosemite (I)


Es tejano y tiene pinta de serlo. Viéndole moverse, cualquiera diría que acaba de bajarse del caballo y que una ráfaga de aire le ha volado el sombrero de vaquero que completaría su atuendo. Con su aspecto bien podía haber encarnado un papel de bandido de la frontera mejicana y por la habilidad y fuerza de sus manos no le habría sido extraño el oficio de pistolero de cualquier pueblo del lejano oeste.

Pero Jim Bridwell no es ni una cosa ni otra. En el verano de 1962, cuando tenía 17 años, un instinto primario le llevó al valle de Yosemite. Y allí se empezó a rodar la verdadera película de su vida. Sin persecuciones a caballo, ni sombreros tejanos, con mosquetones colgando de su cintura a modo de cananas y armado con un taladro o con un martillo en lugar de pistola, Jim, que también habría podido encarnar al camionero de un trailer viajando de costa a cosla, asumió el roll de capitán de las huestes de Yosemite.

No era fácil asumir el mando, Por allí habían pasado John Salathé, Tom Frost, Yvan Chuinardo Royal Robins, Warren Harding o Frank Sacherer, que era el que ostentaba el mando en plaza cuando el chaval Bridwell apareció un día por el campo 4, el camping en el que se cocían todos los proyectos, fantasías y desmanes de los locos del granito vertical.



La personalidad de Bridwell sería el resultado del cruce de dos revoluciones cristalizadas en la década de las 70 en Estados Unidos: la que se estaba forjando en las paredes de Yosemite, que iba a cambiar la concepción de la escalada en todo el mundo, y la que invadía con tintes de depresión nacional a toda la sociedad norteamericana, abrumada por el peso económico y moral de la guerra de Vietnam.

En 1970 Bridwell, acompañado de Kim Schmitt iniciaba la apertura de su primer gran itinerario en Yosemite. "Comprensiblemente, nos sentíamos nerviosos ante nuestra primera nueva ruta en una pared tan enorme. De hecho, por entonces sólo había un puñado de rutas completas en El Capiran, todas ellas suscritas por escaladores conocidos e, incluso, famosos". Hasta el verano siguiente no conseguirían concluir el trazado de "Aquarían wall", bautizada así evocando una de las peripecias de la escalada. "A medianoche sentí las primeras gotitas de lluvia. Pronto aquellas gotitas se habían convertido en una catarata en miniatura. Pase la noche más miserable de mi vida, acurrucado en mi tienda, con diez centímetros de agua en su interior".


El Capitán en el día

Convertido ya en el auténtico capo de Yosemite, en 1975 se apuntaba un logro que marcaría una nueva época en el valle: junto a Bill Westbay y John Long lograba completar por primera vez la escalada de la Nose del Capitán en un día. "Como teníamos ensayados los cuatro primeros largos, subimos galopando, habiendo memorizado cada paso y cada emplazamiento para
empotradores y pitones". No escalaban, corrían por la pared arriba como huyendo de todos los diablos. “Sacrificando los momentos agradables de la escalada a favor de la velocidad, hicimos lazos con la cuerda que pasamos por los mosquetones de rosca para podernos así cambiar rápidamente la extremidad de las cuerdas", relataba su compañero Westbay.


Después de 15 horas de ascensión desenfrenada de los más de mil metros de desnivel, los tres escaladores llegaban exhaustos a la cumbre del Capitán. Dos horas después estaban de regreso en el valle. "Mi mejor recuerdo se materializaría al día siguiente, cuando Warren Hardin -el hombre que había escalado por primera vez la Nose en 1958 empleando 45 días de trabajo vino a felicitarme efusívamente. Le di las gracias y, cojeando por el dolor de pies, me dirigí a la cafetería a ver si alguien me invitaba a un cafe".

Si la llegada de Bridwell había cerrado la época clásica de los pioneros, su actividad desenfrenada y su filosofía del "todo es posible" habían forjado en torno a él a una remesa de escaladores jóvenes. John Long, Ron Kauk, Werner Braun o Mike Graham eran los adalides de la nueva generación yosemítica.


El pájaro

La heterodoxia de Yosemite iba más allá de las técnicas de progresión por las paredes y afectaba también a las formas. La fotografía de los tres escaladores de la primera a la Nose sin vivac es representativa de la iconografía que en aquellos años dominaba los campamentos del valle californiano: sendos canutos colgando desangeladamente de los labios, una ropa acorde con los cánones hippyes del momento y la música de Jimmy Hendrix intuyéndose como fondo.

Los excesos de alcohol, que habían acompañado las hazañas de los ingleses en los Alpes en la década anterior, habían sido sustituidos. o complementados, en Yosemile por la cultura de las hierbas alucinógenas. "Las usábamos para comprender nuestras experiencias desde otro punto de vista. las drogas eran los instrumentos para resolver los misterios", explicaría.

"Casi todos los escaladores que conocía tomaban drogas", confesaba Bridwell en su momento, aunque. "el pájaro", tal y como empezó a llamarle su delfín John Long, relativiza actualmente esta circunstancia. Y es que los años no pasan en balde ni siquiera para genios y supermanes.

Poco después del asombro de la Nose, Bridwell cabalga de nuevo. Esta vez abriendo una fantástica ruta que iban a bautizar con el nombre de "Pacific ocean wall", Westbay definía gráficamente al equipo que hablan formado para la empresa: "Avanzamos en aquel desierto del Pacifico como en una exploración naval. Conservo esta imagen muy viva. Nuestro equipo era como una flota, compuesta por un acorazado, Jim Bridwell, por un crucero pesado, que era yo mismo, y por dos barcos de carga, Jay Fisk y Fred East".



La apertura del itinerario (VI. 5.10/A5) concluiría, como siempre, entre pasteles de crema y muchas, muchas cervezas en el bar del valle. "Ninguno de nosotros había estado tan delgado desde hacía años. El stress físico y psicológico de los nueve últimos días nos dejó en los huesos", recordaba Westbay.

Vendrían después "Mirage" (1976), "Sea of Dreams" (1978) y "Zenyatta mondatta" (1981), todas ellas en el Capitán. Pero para entonces los horizontes de Bridwell se habían ampliado mucho más allá de los limites de Yosemite. En 1979, junto a Steve Brewer fue a enfrentarse al mítico Cerro Torre. El tránsito se antojaba brutal: del cálido y apacible ambiente de California, a los vientos
helados de Patagonia. Pero "climbling is climbling ", según sus propias palabras. Y, sin más dilaciones, ambos se fajaron con el granito costroso de hielo de la vía Maestri. Tenian a su favor un elemento decisivo en el clima brutalmente cambiante de Patagonia: la rapidez que habían desarrollado en Yosemite, que la práctica demostrada decisiva. "No teníamos cuerdas fijas, ni fundas de vivac. Sólo contábamos con dos cuerdas y comida para un dia". Nadie se había atrevido hasta entonces a enfrentarse al Torre en estilo alpino, pero a partir de entonces todos sabrían que las cosas debían hacerse de esa manera.


En el filo de la navaja

Por primera vez desde el sur, se superaba el famoso hongo que había amargado la gloria a Maestri. Y a descender atropelladamente ante la inminencia de la tormenta. "La nieve había cubierto todo, las cuerdas estaban rígidas como cables de acero. El día tenía un aire surrealista y al mismo tiempo especialmente familiar, como el sueño mortal de algo ya vivido, tal vez en otra vida", recordaba Bridwell en su libro "Historias de escalada".

"De pronto, la luz roja del pánico se encendió en mi mente. La cinta acababa de romperse, aunque yo no lo sabía. Aceleré en dirección al suelo avelocidad alarmante; velocidad terminal. Ya está, pensé, el último acto, justo como Toni Egger.

Mi mente engranó el punto muerto, desconectándose hacia la perspectiva del espectador. Mis pensamientos eran tan claros y tan nítidos como los mensajes de un ordenador. ¿Que había sucedido? ¿Qué iba a suceder? ¿Viviría para ver a mi hijo aun no nacido? ¿Cuando se terminaba la cuerda? ¿Iba a llegar hasta el suelo? Me oí a mismo gritando. Cállate, me ordené. Gritar no sirve ya de nada.

iZas! iEI finaI de la cuerda!. Dios mío, cedió hasta el infinito antes de que yo saliera despedido hacia arriba con una sacudida, como un yo-yo en su cordel". Una vez más su Dios, un dios acomodado a su peculiar caracter y forma de vida, y en el que paradójicamente siempre ha confiado le había salvado del filo de la navaja.

Para entonces Yosemite se había convertido en el "Yose-mito" y su estilo se había exportado a todo el planeta. Un artículo publicado por el propio Bridwell en Mountain en 1973 titulado "Valiente mundo nuevo" y el libro de George Meyers "Escaladas en Yosemite, una nueva dimensión del alpinismo" difundían la imagen de cuerpos de bíceps reventones progresando en posturas acrobáticas, usando, cinta al pelo, una técnica y un material perfectamente
adaptados a las interminables fisuras del granito yosemítíco.

Los inviernos más extremos le atraen como contrapunto de sus andanzas californianas. En 1981 acometía una dura invernal en el Moose's Tooth en Alaska, completada con un descenso al límite: "Como en el casino: sólo habría un tiro de dados. Rece para mis adentros antes de empezar a bajar, Mugs se reunió conmigo en una minúscula repisa. El corazón se me quiso escapar por la boca durante los siguientes 45 metros, hasta que coloque un "friend” del 1. Mugs rapelaba en pos de mi. Más tarde me diría que había estado a punto de soltarse del anclaje, pero rápidamente reflexionó que una muerte rápida era preferible a una agonía inevitable y lenta. Después de rapelar la mitad de la cuerda, di gracias al misericordioso de ahí arriba poraquella maravilla de
maravillas: las cuerdas alcanzaban justamente una rampa nevada.

Ya en esta misma dimensión de alpinismo de compromiso extremo, en 1982
abría una ruta invernal en la cara sur del Pumori, en la vecindad del Everest. Cuya arista oeste intentaría sin fortuna en 1985.

Más vías en Patagonia, "Exocet" al cerro Standhardt y “Cóndor” a la aguja Desmochada (1988) y más clasicismo con la ascensión a la cara norte del Eiger (1992). Pero una y otra vez había que volver a los orígenes, a la cuna de granítica de Yosemite. Así fueron naciendo nuevas vías como "West face" y "Shadows• (1989) y, últimamente, "Dark start" (2000), manteniendo, a pesar del
paso de los años, su obsesión por la creatividad: "La primera ascensión es /a única en la que los escaladores se ponen a prueba a si mismos frente a la roca primigenia. en una verdadera creación artística",

El "pájaro" sigue volando, "no tan alto como antes, pero sigo volando".


Antxon Iturriza

Fuente Revista Pyrenaica 2.001

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Larga vida...

El libro de Bridwell te lo recomiendo si no lo has leido. Te gustará mucho Patxi.

Adri

Anónimo dijo...

Escalar el Capitán del Yosemite en un día parece imposible, pero hay gente que lo consigue .....

Bonito relato Patxi.

Berni

Anónimo dijo...

Imaginate Berni!!

Acuerdate del día de La Toñi en La Maliciosa... como para ir a esos sitios JAJAJAJAJA!!!

Saludos colega!

Adri

El Patxi dijo...

Pues no te creas Adri,...contigo se podría batir un nuevo Record:...."UN AÑO EN LA NOSE"...jajjajajajjaja....:

.-"Tras cuatro duras semanas de aproximación, y mas de 3 cartones de ducados fundidos, dimos con el Campo 4......!-. jajajjaja

Anónimo dijo...

JAJAJJAJAJJA!!!!!

Y eso de estilo alpino...

Estilo Adri = porteadores para llevar las cargas de rosado lidel y tabaco en grandes cantidades a ser posible marca pueblo.
Cuerdas fijas cada 5 metros y cigarrito en cada relevo y si la cosa se pone tensa..

PATXIIIIIIIIIIII!!! TIRAME UNA CUERDAAAAA!!!!


"Y asi consiguieron llegar hasta la repisa de la R1. Despues de largos dias de dura escalada en la pared".

Fin

Adri