31 de marzo de 2009

BUENOS RATOS EN LOS PICOS



Premio finalista del concurso de artículos Pyrenaika 1984


PIEDRAS
Piedras. Piedras arriba y abajo, delante y detrás, piedras por todas partes. En Picos de
Europa no hay más que piedras, de todas las formas y tamaños: como furgonetas, como
casas, como puños... Peña Vieja es una piedra que se cae a cachos; el Naranjo es una
piedra grande y macizota, la mochila pesa como una piedra y yo ya estoy agobiado de
tanta roquita. ¡Piedras, piedras, piedras! Se me ha metido una pequeñita entre el calcetín
y la bota, y las estoy pasando putas subiendo la pedrera.
Estamos trepando entre las piedras de Peña Vieja. Observo alucinado cómo un bloque del tamaño de mi cabeza baja directo hacia mí. Intento esquivarlo, pero el muy
cabrón me sigue. En el último momento, me pasa de largo y le da a Juan en toda la pantorrilla.
Más adelante, devuelvo el favor y paro con el cuello otra piedrita destinada a
Juan. En las travesías y aproximaciones acabamos más secos que una piedra. Parece
que no sabemos lo que es el agua. Al terminar y descalzarnos, un río de grava cae de
botas y calcetines. Por las noches, estamos muy cansados y nos dedicamos a quemar y
fumar piedritas.
¡Ah, las piedras...! Todavía tengo pesadillas por las noches. Pero lo que se me hace
más extraño es que sea posible pasar tan buenos ratos pateando esas piedras y trepando
por sus arrugadas y calientes paredes.



BUENOS RATOS
Hace dos horas que estamos trepando. 5o largo. Voy subiendo sin mucha convicción, un poco nervioso. Llega un momento en el que me paro, buscando por dónde seguir. A unos 1 5 metros por encima veo una chapita brillante perdida en un mar de roca.
—¿Qué tal? —me gritan desde abajo—.
—¡Un remache!— les contesto y les oigo descojonarse. Se me habrán notado los nervios en la voz...
Voy directo a por el remache, ya más tranquilo. Por lo menos sé que voy bien pero la tensión, el mosqueo, siempre está ahí. Antes de que me dé cuenta, tengo el remache frente a la nariz. Meto el seguro. Cinco metros después, reunión: tres remaches de puta madre. Tranquilidad. Paz. Seguridad.
—¡Eh, ya estoy! ¡Soltadme!—. No puedo evitar una sonrisa: el siguiente largo se lo van a currar los otros. Ahora a descansar. En seguida veo venir a Txingu. Cuando llega a la reunión, hablamos un poco y llamamos a los otros dos, mientras empezamos a asegurarles.
Hace calor. El sol arranca brillos a esta tapia en la que nos hemos metido. Es alucinante, sólida, sin grietas ni fisuras apenas. Una placa tumbada al principio y que se va haciendo más y más vertical. Una placa grande, grande, grande... que sólo tiene acanaladuras en las que no entran fisureros...
Juan e Ina llegan en seguida a la reunión. Les pasamos un poco de material y tiran p'arriba. Un poco después, sólo podemos ver sus cuerdas que se balancean en la pared. En una reunión se tiene tiempo para pensar. Mientras voy soltando cuerda, miro de reojo a Txingu, que está callado y parece concentrado. A mí se me va la mente, y empiezo a divagar un poco qué hago aquí...



El Espolón de los Franceses
El viaje de noche; cuatro amigos, cuatro mochilas y un coche. Al principio, nerviosos, no nos podíamos estar quietos, vimos pasar un paisaje tan guapo y tan poco conocido para mí como el de la costa guipuzcoana. Luego llega la oscuridad, el sueño, y a tragar kilómetros: Bilbo, Santander, S. Vicente de la Barquera, Potes... En una de éstas en que medio dormido me muevo un poco para cambiar de posición, paramos: Fuente Dé. Txingu y yo nos decidimos y salimos del coche con los sacos, para pasar una noche alucinante, el cielo está totalmente estrellado, sin luna, descubriendo levemente la gran mancha oscura de 800 metros que mañana salvaremos con el
teleférico. Como fondo musical, el ruido de unos sagutxos que cada vez parecen más próximos. Los otros dos se quedan en el coche. Ellos se lo pierden. Al día siguiente, cruzamos la Horcadina y
bajamos hacia Aliva. La mochila se me hace pesada. —¡Ya escarmentaré cuando vayamos al Naranjo!—. Por unanimidad, ese día decidimos hacer el vago, que ya está bien de eso de venir al monte a cansarse y demás.

Dejamos las mochilas por ahí y nos damos una vuelta por el refugio de Aliva. —(A propósito:
¿refugio? Que nadie se haga ilusiones. No es refugio, sino hotel, con camas y precios de hotel, por supuesto. Hay hasta un servicio de Land Rover que sube desde Espinama. Sin comentarios)—. Luego vamos a las minas y lo pasamos pipa buscando galenas y cosas de esas. Pero la gente no
se enrolla y no nos dejan meternos en las galerías. A la hora de comer, siempre hay movidas,
porque «ya - hemos - comido - tus alubias - y - yo - tengo - la - mochila - llena de - latas - y - qué - dices - tío - mira - la - mía...». Total, que todos queremos aligerar el peso. Dormimos al aire. Otra noche demasié, soltando chorradas, contando estrellas y constelaciones y pidiendo deseos.



Amanece, y esta vez nos levantamos tempranito que hoy hay que currar: vamos al «Espolón de los Franceses» de Peña Vieja, 800 m. MD. Empezamos a trepar a las 9 h., la cosa va bien, los largos se encadenan uno detrás de otro, y cuando quieres enterarte te encuentras con que tienes a la espalda un patio de 200 ó 300m. La escalada es fácil quitando un par de largos y está bien clavada. La posible dificultad de ir buscándote la vía tampoco existe. Se notan las zonas pisadas,
y un simpático ha ¡do dejando colillas en todas las reuniones y zonas confusas. Así sin darte mucha cuenta llegas a dos agujas debajo de un gran gendarme rojo desplomado. Aquí, tras un paso a caballo de la arista, se acaba la escalada, y seguimos ensemble. Llevamos ya 4 horas y hemos hecho 16 largos. Nos quedan unos 200m. de desnivel por una arista facililla y un poco
suelta que es verdaderamente criminal paralas pantorríllas. Lo peor es que tienes que ir
esquivando las piedras de todas formas y tamaños que te arroja el de delante. Ina y Txingu se lo pasan pipa viéndonos bailar entre los txuscos. ¡Criminal! A las 1 4,30 h. llegamos a la cima de Peña Vieja (2.61 3 m.). Hace mucho calor y no tenemos agua, así que nos damos prisa. Empezamos a bajar medio corriendo y de repente, nos quedamos como de piedra:
—Oye, ¿eso no es una moto?
—Vale, tío, no vaciles.
—¡Qué si, joder, fíjate!

Seis catalanes con motos de trial están subiendo por el collado de La Canalona. Hablamos un poco con ellos, nos dicen que quieren bajar hasta el Naranjo de Bulnes, y
que el año pasado lo intentaron por la Cabaña Verónica sin éxito. Desde luego moral no les falta. ¡Y es que van como motos...! —(Luego nos enteraríamos de que tras ascender a Peña Vieja tuvieron que darse la vuelta)—. Dos o tres horas después estamos de nuevo junto a las mochilas, contado el material ya dentro y preparados para marchar. Queremos dormir en la Vega de Urriello. Y es que no escarmentamos... Para más inri, en vez de tomar el camino normal de la
Vueltona, nos metemos por un berenjenal que le llaman la Canal del Vidrio, y si a eso le sumamos unas mochilas llenas a tope y unas cuestas matadoras, lo que pasa es que después de andar medio perdidos a dos mil y pico metros de altura y pensar ya en montarnos «el txiringito» para vivaquear, llegamos a un collado por el que bajamos al Jou de Los Boches, y a eso de las 10 de la noche, ya a oscuras, aparecemos hechos polvo en el refugio de la Vega de Urriello. sin poder apartar la vista de la tapia que tenemos delante y donde todavía da un poco el sol.
Cenamos y al saco: por hoy ya hemos pisado demasiada piedra. Entre la trepada de la mañana y la pateada de la tarde estamos baldados. Antes de dormirme, pienso un poco en la movida del día: en la vía, que resultó más sencilla de lo que prometía, en la travesía, en... ZZZ.



La amistad con el Diablo
—¡Hey! ¡Ya estamos! ¡Soltarnos y subir! Los gritos de los colegas me sacan de mis pensamientos. Mientras desmonto la reunión, repaso las últimas batallitas de este día: nos levantamos tarde y aún así bastante cansados. No sabíamos si ir a trepar. Además, es que el Naranjo impresiona un poco. Queríamos ir a la Cepeda pero un trepa del refugio, el «venezolano», nos anima a que
vayamos a la «Amistad con el Diablo», un poco más difícil, pero más bonita y mejor clavada. Y aquí estamos. Empiezo a trepar. Txingu va delante de mí. Creemos que éste es el último largo
txungo de la vía, y subimos rápidos. La roca es muy buena, la vía alucinante, la adherencia total. Me duelen las yemas de los dedos y las tengo totalmente despellejadas, pero la verdad es que es una vía para gozarla. Llegamos a la 6.a reunión. Es un nicho muy grande, donde por primera vez en la vía podemos tumbarnos: estamos muy contentos, bebemos un poco de agua y nos parece que ya se ha acabado la movida de hoy. Aquí termina nuestra vía, y hay que seguir por la
Cepeda. ¡ Pero ya! Todavía voy a tener que resoplar y arrastrarme por un paso de V+, 3 largos
por encima del nicho. Un poco después, pasamos por un agujero al Circo Sur, y ya ensemble
hasta la cima... ¡la cima! El Naranjo de Bulnes... otro sueño... Estamos cansados, pero lo hemos gozado a tope. Un poco tristes, porque el día de hoy marca también la vuelta a la rutina.
Los rápeles, el regreso por la Canal de la Celada... Por la noche casi no duermo. Me encuentro una y otra vez recordando los detalles de la escalada, las risas que hemos echado en la cena. Luego todo pasa muy rápido: la travesía de regreso al teleférico, aplastados por el sol, la sed, las mochilas y el dolor de tripas de tanto reírnos. Fuente Dé. Otra vez el coche. Parece que queremos retrasar el regreso y hacemos varias paradas. Nos atracamos a base de frutas, de pasteles, de imonada. Pero hay que volver, y así, la noche nos sorprende en una playa de Santander. Aquí dormimos de un tirón. Yo pensaba que sería más incómodo con la arena dentro del saco y así... pero se duerme muy bien. Al día siguiente, de nuevo al coche. Euskadi, Gipuzkoa, Errenteria. Cuando entramos en el pueblo se nos acaba la gasolina. ¡La H....! Los últimos metros hasta casa
tendremos que hacerlos andando, con la mochila al hombro. Pero no pasa nada, y seguimos riéndonos cuando nos separamos y quedamos para luego, en la soci, para echar nuevas risas y hacer nuevos planes.

Patxi Lasarte

3 comentarios:

josetxu dijo...

Que bueno Patxi...
Que ganas de Picos de Europa... íbamos a ir el año pasado, pero tuvimos que abortar y nos quedamos con las ganas...

Un saludo!
Aupa!

javi_varek dijo...

bonita historia un placer leerla.

Saludetes!!!

Anónimo dijo...

Vaya artículo bueno, refleja con mucha espontaneidad y frescura lo que la mayoría hemos sentido cuando vamos a hacer el asno con la cuerda a Picos de Europa.
Tino